miércoles, 1 de julio de 2009

El estreno de Margarita...

¡Vaya título más raro...! "El estreno de Margarita".
Pues Margarita es aquello mucho tiempo esperado, deseado, luchado (incluso renunciando y pisoteando muchos de mis principios, como no volver a trabajar de administrador de fincas) y por fin conseguido. Margarita es mi nueva moto: una flamante BMW F 650 GS en color rojo fuego.
Todo ocurrió un día de mayo -el famoso día de la barbacoa de Mónica- en el que se me ocurrió decirle a Mariki, Blanqui, Toni y Luis que nos fuésemos a seguir el Rallie Guadalix-Mauritania en una autocaravana de segunda mano. El perro de Toni enseguida encendió la mecha: - ¿Por qué no lo hacemos en moto?- Qué listo, como él tenía una motito nueva, bien preparada para ese tipo de viajes... Pero yo, con mi Burgman de 400 cc, no podía hacer un viaje de 8.000 kms., cargado hasta los topes y por esas carreteras de m...
Y como no hay como decirme ¡ele!, para que toque las palmas, la máquina diabólica de mi mente enseguida se puso en marcha: este es el momento, tan esperado, de lanzarme a por la motito que hace tanto tiempo quiero y sigo de cerca.
Dicho y hecho: 23 presupuestos, 150 visitas a la página de BMW y otras 504 a todos los foros de BMW y de amantes de la serie F y 87 visitas a todas las tiendas de equipamiento de aventura para motoristas después, ya estaba en Movilnorte negociando con Moncho la compra de mi moto y la equipación necesaria para realizar este tipo de viajes, que no será el último.

Y para estrenarla, con 60 kilómetros a sus ruedas, el 11 de junio de 2.009 cargamos una mochila y el Top Case (Luis y Toni se descojonan de ese nombre, pero porque son unos incultos motoristas y no tienen ni idea de nada) y nos fuimos hacia Moscardón, un pueblecito muy cercano a Albarracín. La casa, de gorra, la puso la hermana de Luis y es una de esas casas laberínticas, de techos y puertas diminutas, hecha a base de ampliaciones compulsivas.
El viaje de ida fue un aperitivo de 312 kms., regado y salpicado de varias paradas para la coca-cola y el cigarrito de rigor. Esta si que es una buena filosofía de moto: cada 100 kms. paramos para lo que sea, aunque poco operativa para viajes muy largos como el que nos espera en el Rallie Guadalix-Mauritania. Así no hay manera de que el culo se acostumbre al rigor de las distancias largas.
Después del largo viaje ese día tocaba acoplarnos a la casa y descansar. Luis, que desde el viaje del Camino de Santiago está muy místico, no dejaba de agobiarnos con ir a ver la iglesia del pueblo y darnos una vuelta para conocerlo: ¡pero si en total contamos 12 casas, una fuente y una iglesia! Si la vuelta al pueblo duró exactamente 14 minutos, ¡a paso de jubilado parapléjico!

El día siguiente tocaba la visita a Albarracín, plato fuerte del viaje puesto que muchos de nosotros no lo conocíamos. A pesar del calor, agobiante, la visita mereció la pena porque es Monumento Nacional desde 1961 y se encuentra propuesta por la Unesco para ser declarada Patrimonio de la Humanidad por la belleza e importancia de su patrimonio histórico.
Con los sitios maravillosos que hay para comer en Albarracín, como no íbamos a comer (nunca lo hacemos, por ahorrar, y luego nos ponemos como el Tenazas...), nos fuimos a tomar algo al camping, que se estaba muy fresquito, la verdad. Ahora bien, prefiero el rancho de las mazmorras de la legíon que la cocina a base de congelados de ese maldito lugar: ¡pero si los calamares eran Findus...!
Con el estómago lleno de lo que fuera con lo que casi nos envenena el tipo pseudo hipie del camping, y con toda la calor, nos fuimos de vuelta a casita. Eso sí, se nos olvidó decirle a las chicas que los 20 kilómetros que nos separaban de ella se iban a convertir en más de 80. Je, je, es que cuando nos ponemos a darle al gas, y encima llevo yo el mapa, es lo que pasa. Creo que recorrimos el 70% de los pueblos de toda la zona antes de dar con la carretera que llevaba a Moscardón... Sin comentarios.
Una vez arribados a casa se vivieron, como de costumbre, escenas tan patéticas y dantescas como las que siguen. La verdad es que en el pueblo encontramos un sitio para comer -Restaurante el Horno- que es una maravilla de bueno y barato. Desayunamos y cenamos allí todos los días. Y no comíamos porque todas las mañanas, hasta bien entrada la tarde, nos íbamos de ruta, que si no... Por las noches, ¡cómo no!, cartitas, con su preceptiva apuesta, y sus correspondientes copichuelas. Al día siguiente decidimos irnos a la zona del nacimiento del río Cuervo, ya en la provincia de Cuenca y de allí nos fuimos a Peralejos de las Truchas y toda la zona del Alto Tajo. ¡Hacía muchos años que no pasaba por allí! Qué recuerdos de tiempos pasados. Sin querer, mientras disfrutaba de la conducción de la moto y de la compañía de Mar, me vinieron a la mente experiencias vividas en el campamento de Peralejos: Jaime escalando las paredes de los desfiladeros cercanos, porque le dijimos que no se atrevía a hacerlo; Super, escalando las mismas paredes, para luego tirarse con su parapente; el adiós de los Scouts de Abelardo mientras nos bañábamos en las aguas del Tajo; jugando a las "puñaladas" con Jesu, donde Abelito siempre era el campeón... Muchos y buenos momentos de una vida anterior, despreocupada, llena de sueños y proyectos, muchos cumplidos y otros no, por el momento.
Como no podía ser de otra manera, por la tarde, en cuanto mis compañeros de ruta se descuidaron, ya estábamos metidos en una pista de tierra. En un principio pensé que iba a ser mucho más corta. Pero me equivoqué y nos pegamos unos buenos kilómetros de pistas de tierra y de carrterillas de montaña muy rotas que hicieron las delicias de Margarita y que me granjearon varios pescozones de Mar y algunos improperios de Blanqui. Pero lo bueno fue que pude probar a Margarita por lo "marrón" y se desenvuelve como pez en el agua. ¡Toni: te vas a cagar en Marruecos y Mauritania porque algunas pistas cataremos! Al final aparecimos en el puente de las tres provincias, muy cerca del nacimiento del río Tajo y se llama así porque sirve de frontera natural entre las provincias de Teruel, Cuenca y Guadalajara.
Ese día fue uno de esos que vuelves a casa con la sonrisa en la boca. Fue un día motero de órdago a la grande. Y para rematarlo un cenorrio como Dios manda y una competición de "Jalisco" hasta altas horas de la madrugada. El día siguiente, ya 14 de junio, fue el temido de la vuelta, pero decidimos no tocar nada de autovías y nos volvimos brujuleando por carreterillas olvidadas. La verdad es que fue una paliza y apenas hicimos 350 kilómetros. ¡Lo que nos espera en Mauritania! De ese viaje tendréis cumplida cuenta a mi vuelta. Un abrazo, compañeros.