sábado, 22 de octubre de 2011

Kilian Jornet


Creo que me enteré de su existencia por error o por casualidad, porque no es frecuente que busque un libro biográfico. El caso es que, cuando lo tuve en mis manos, porque lo andaba buscando al enterarme de su existencia, sentí la necesidad de comprarlo, para comprender qué lleva a alguien a afrontar unos retos tan salvajes corriendo.
Además, inmediatamente pensé en Abelardo y eso me decidió a comprar este magnífico libro que, me imagino, sólo cautivará a los amantes del deporte, sobre todo si son muy competitivos. Pero muchas otras personas se pierden un relato lleno de sinceridad, de modestia y de humildad, pleno de reflexiones y de duras vivencias, que han forjado una Leyenda, narradas por un crack como deportista y hombre, de los que ya cada vez quedan menos.
¡Va por ti, Abelardo!

sábado, 24 de septiembre de 2011

Loksli Xtrem en el Pico de la Miel

El 24 de septiembre de 2011 (qué raro, no es el cumpleaños de nadie y no hay nada destacado en este día...) los integrantes del Grupo de Montaña LOKSLI XTREM se dieron cita para subir el Pico de la Miel, de 1.392 metros y localizado en la Sierra de la Cabrera. Y, como lo fácil sería subir desde el pueblo de La Cabrera, pues no: subiremos desde Valdemanco (esto es por culpa de mis queridos Trotamontes, que me dieron la idea; os quiero).

Conquista de "Peña Cebollera Vieja" by Mar


Ya que yo no me decido a escribir, alegando que estoy "muy liado" y que no tengo tiempo para nada, lo tiene que hacer Mar por mi. La crónica es suya y, por lo tanto, todo el mérito de la narración:

El sábado 17 de Septiembre estaba programada la subida a Peña Cebollera Vieja: 2.129 metros de altura; ruta circular; dificultad media-alta. A la ruta convocada por el Jefe de la Expedición, Franelo, se unieron Jaime, Alvaro, Mar y la perrita Raspa. A las 8:45 horas dejamos los coches junto al Bar El Puerto (Somosierra). El inicio de la ruta, junto a la gasolinera, produjo una seria duda en el Jefe de Expedición quien, GPS en mano, no lograba tener clara la dirección a seguir. Más tarde nos dimos cuenta que son varias las rutas que llevan a la cima, pero lo que los demás no sabíamos era lo que llevaba en mente Franelo. Fran decidió tirar por la carretera de asfalto, a la izquierda; Jaime, con voz pausada, demasiado pausada, comentaba que la noche anterior vio por internet el inicio de ruta y sin duda era por la cancela de piedra que se situaba a la derecha y que dejábamos atrás. Franelo insistió que no era ese el inicio de ruta y mirando, ora el GPS ora la carretera, siguió bajando por el asfalto. Álvaro apoyó el comentario de Jaime, pues por lo visto también lo había visto en internet; pero Fran, tozudo él, nos dirigió, inexorablemente, por la ruta marcada en su mente la noche anterior. Jaime insistió, bajito, como él habla, mientras Mar meneaba la cabeza pensando en el fastidio que sería desandar lo andado. Pobres de nosotros… el Plan de Fran empezaba a omar forma cuando logró llegar a lo que él consideraba el inicio de la Ruta: después de 500 metros de bajada sobre asfalto, a nuestra derecha apareció el camino. Tuvimos nuestras dudas, pero aquí se nos disiparon: Fran tenía concebida “otra ruta”, y esa ruta comenzaba aquí y, lo que era peor, no era una ruta “clásica”. Iniciamos un ascenso infernal, con desniveles de 45º (pareciera más, a veces). Dejábamos a los lados los caminos al uso y tomábamos cortafuegos. Álvaro y Fran impusieron pronto un ritmo fuerte que solo podía seguir Raspa. Jaime y Mar, a corta distancia, los seguían con fuerte y ahogada respiración. ¿Por qué por aquí? - gritaba Mar a Fran, mirando con pena el camino de ascenso que se despreciaba a su derecha. Fran paró, alzó la mirada del GPS y desde su posición nos confesó lo inconfensable: quería tantear nuestra forma física al inicio de temporada, para saber desde dónde partíamos. Mientras proseguía el ascenso y asimilaban sus palabras, Mar y Jaime recorrían con la mirada la inmensidad del Valle que se perdía en la lejanía, sobrevolado por dos solitarios buitres. Los 100 últimos metros se hicieron interminables y extremadamente fatigosos, sin duda por el ritmo impuesto. En una hora y 50 minutos logramos alcanzar cima. Una cima fría y desolada que ofrece, sin embargo, una vista espectacular. Desde la cumbre Álvaro señalaba: Peñalara y el Pico de la Miel, al frente; el Pico del Lobo, a nuestra espalda. Allí, en un monolito de piedra, reza una poesía de A. Murciano dedicada al guardabosque, que intentamos memorizar: “Veo un hombre que huella con su planta los cien caminos rojos del estío, que arde de sed y sueña que es un río un muro ante el dolor que se agiganta.” Después del breve refrigerio iniciamos el descenso. No sé por qué pensamos que la bajada iba a ser diferente, quizá porque durante unos metros íbamos por el camino marcado. Falsa ilusión, Franelo abandonó tal bondad despreciando el camino y arrojándose por arbustos y maleza. Le seguíamos a duras penas. Solo Álvaro llevaba pantalones largos, los demás sufríamos, inmisericorde, los roces de los arbustos cada vez más altos y espesos. Hacia la mitad del “cascaporro” tuvimos que meter a la pequeña Raspa en un macuto, so pena de perderla entre malezas, piedras y agujeros. Varias veces perdimos pie y dimos con los huesos en el suelo, entre zarzas. Este trozo de bajada nos castigó las rodillas sin piedad. Cuando logramos alcanzar el camino, todos contábamos, excepto Álvaro, las heridas y arañazos que llevábamos en nuestras piernas. El regreso al punto de partida: por la puerta de cancela, junto a la gasolinera; la que señalaba Jaime para el inicio de la ruta. Al final, reto conseguido: Peña Cebollera Vieja conquistada: 5 horas de ruta, 18 kms. Andados, 2.129 metros de altura y dificultad media-alta.