jueves, 19 de febrero de 2009

La Crisis


"No pretendamos que las cosas cambien si siempre hacemos lo mismo. La crisis es la mejor bendición que puede sucederle a personas y países, porque la crisis trae progresos.

La creatividad nace de la angustia como el día nace de la noche. Es en la crisis donde nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias. Quien supera la crisis se supera a sí mismo sin quedar "superado". Quien atribuye a la crisis sus fracasos y penurias, violenta su propio talento y respeta más a los problemas que a las soluciones.

La verdadera crisis es la crisis de la incompetencia.

El problema de las personas y los países es la pereza para encontrar las salidas y soluciones. Sin crisis no hay desafíos, sin desafíos la vida es una rutina, una lenta agonía. Sin crisis no hay méritos. Es en la crisis donde aflora lo mejor de cada uno, porque sin crisis todo viento es caricia.

Hablar de crisis es promoverla, y callar en la crisis es exaltar el conformismo.

En vez de esto, trabajemos duro. Acabemos de una vez con la única crisis amenazadora: la tragedia de no querer luchar por superarla."

Albert Einstein

miércoles, 18 de febrero de 2009

Trópico de Cáncer. Destino inconcluso.



Vuelvo a publicar el segundo de los escritos de Mar. Le digo que es un poco monotemática con sus temas, porque vuelve a versar sobre África, a lo que me contesta: -escribo sobre nuestros viajes y como siempre son a África...- Ejem, ejem, me callo y me la envaino.
Espero que no os aburráis y que os guste. Señoras y Señores, con todos Uds.: Trópico de Cáncer. Destino inconcluso...


La idea de realizar una expedición al Trópico de Cáncer me sedujo de inmediato.
Quería pisar aquella tierra desconocida para mí, aunque no por ello indiferente. ¡El antiguo Sahara español!, ¿cómo miraría ese pueblo a los hijos de los traidores? ¿cómo le miraría yo?
Tendríamos que cruzar Marruecos de norte a sur y adentrarnos en el Sahara Occidental.

"La ocupación efectiva de todo el territorio por la administración española será en 1936, aunque España llevaba ya 50 años en la región. Hasta entonces Marruecos en diversos momentos reconoce no tener autoridad ni poder sobre Saguia El Hamra. Al ingresar España en las Naciones Unidas en 1955, debe someterse a los principios de descolonización. En 1965 la ONU proclamó el derecho a la autodeterminación del Pueblo saharaui e instó a España a que agilizara su descolonización. Marruecos y Mauritania se apresuraron a pedir parte del territorio. A principios de los años 70, España decidió convocar un referéndum de autodeterminación y empezó a elaborar el censo de la población. En 1975, en medio del proceso de la transición democrática iniciada en España con la muerte de Franco, el gobierno español procede a la entrega del territorio a Mauritania y Marruecos. Comienzan los enfrentamientos armados entre el ejército de liberación Popular saharaui (Frente Polisario) y las fuerzas armadas Marroquíes. Pronto Mauritania renuncia a sus derechos sobre el territorio, pero Marruecos continúa la ocupación llevando civiles a la zona, que serán votantes en el próximo referéndum (una y otra vez aplazado). De esta manera, Marruecos va poblando lentamente las ciudades con personas a las que les paga todo para que vivan en el Sahara, que sus hijos sean Saharauis y voten en el referéndum a favor de Marruecos. La población saharaui civil se vio obligada a huir a la región argelina, instalándose en cuatro grandes campamentos en la Hamada (Tinduf), uno de los lugares más agrestes y duros del Sahara. Allí han construido talleres, huertos, hospitales, escuelas. Continúan a la espera de la solución del conflicto."

Llegado a este punto levanto la vista del cuaderno de viaje preparado por nuestro jefe de expedición. La historia que acabo de leer me salpica. Me domina un sentimiento de vergüenza y expectación.
El mes anterior a nuestra marcha estuvo marcado por una actividad frenética. El coche fue desmontado y transformado totalmente. Portábamos un depósito adicional de gasoil de 180 litros, 60 litros de agua, comida y ropa (las noches en el desierto serían muy frías).

La erótica del viaje desaparece en la frontera de Ceuta frente a una horda de cantamañanas, tunantes y vividores. Los niños púberes se acercan al coche con una sonrisa de oreja a oreja y, como si de mera retórica se tratara, nos piden mil euros. -¿¡¡MIL EUROS…!!?- pregunto a mi vez, casi grito. Pero ellos siguen sonriendo. ¿Están locos? ¡No saben lo que hay que trabajar para ganar esa fortuna!
Seguidamente nos abordan los “organizadores”. Éstos te indican la fila en la que debes situarte (y mira que yo creo que la otra tiene menos gente, pero si él lo dice…). Por fin llegamos a la ventanilla que nos señala (en la que el aduanero, misteriosamente, no está y a la que tarda más de quince minutos en regresar). Una vez acomodado en la destartalada butaca, pausadamente, no hay prisa, teclea “a dos dedos” el ordenador (¿¿¡¡un Spectrum!!??) y nos dice, como si nada, que no tenemos los papeles en regla. ¡No podemos pasar! Llego a la conclusión de que hoy me he levantado torpe y que mi francés de bachillerato está hundiéndome en el atolondramiento y jugándome una mala pasada. Lo que yo no sé es que aún queda lo mejor por llegar… falta el último del escalafón: “el traductor adjunto a la oficialía de Aduanas”, el peor perillán de todos. Éste nos traduce, con mucha pena, lo que nos está gritando el Oficial de Aduanas: que nos falta un papel “importantísimo”, sin el que no podremos cruzar la frontera. Se trata del papel sellado con la salida de Marruecos de otro coche que utilizamos en nuestro ¡antepenúltimo! viaje.

Me río pero en realidad tengo ganas de tirarme a la yugular del truhán. Fran intenta razonar con el de la ventanilla a través del traductor: - desde entonces hasta este momento he realizado dos viajes más a Marruecos y no me han pedido el papel del coche con el que salí del país en el 2.004-. El Sr. Truhán encoge los hombros, yo resoplo y, antes de empezar a increparle, Fran, con media sonrisa y entre dientes, me susurra: - calma, si me piden 500 euros se los doy, pero no me vuelvo a casa.
Me trago un cargamento de protestas. Tras mucho discutir nos ponen el sello de entrada, como si de un favor se tratara, y mi Fran suelta al viejo intérprete 100 Dirhams (10 Euros). ¡La representación y puesta en escena de esta pantomima puede catalogarse de Oscar!
Refunfuño en la cama recordando lo sucedido, al tiempo que Fran me susurra, como quien no quiere la cosa, que nuestro coche ha empezado el viaje con un sonido un poco raro. Estamos en un Hotel de Casablanca, es el comienzo de la aventura; sobre la cama sólo veo oscuridad… Hago examen de conciencia: ¡si, hemos seguido el juego a los de la Aduana y el coche tiene un ruido raro…! ¿Acabaremos el viaje? Suspiro. A mi memoria me llegan imágenes de la bruma en un aeropuerto: Bogart se despide de su chica (es peor tragedia que la mía)… - Siempre nos quedará París -, le digo a Fran al oído, pero su respuesta es una respiración profunda y pausada.

Vamos bajando, por la costa, hacia Smara, la puerta a nuestro destino. La ansiedad nos domina hasta el punto de no valorar en su justa medida el bello recorrido que hacemos por la costa hacia Essaouira. El mar está algo bravo y las olas rompen contra rocas y acantilados. Las pinceladas rojas, salvajes, sobre el cielo aterciopelado de Essaouira nos hacen boquear y aplazar la emoción del objetivo.

Seguimos nuestra ruta hacia el sur. Los controles policiales se suceden. El jefe de expedición parece no darles importancia, pero yo me inquieto. Nos advierten repetidas veces que no nos salgamos de las rutas conocidas ya que hay riesgo de minas. Minas heredadas de la guerra librada entre Marruecos y el Frente Polisario por el control del Sahara.
Cerca de Smara circulamos por pistas utilizadas por el Rally París-Dakar. La cara de nuestros pilotos es un poema, pero la de mi Fran es espectacular. No interrumpo esa comunión. Por un momento están en el Dakar. A través de una inmensidad regia, silenciosa, circulan a gran velocidad, prietas las manos en el volante, las mandíbulas rígidas. Sólo habla el polvo levantado por las rodadas de los coches. La pista, una llanura interminable, no es otra cosa que un lago seco. De repente, gratuitamente, se nos hace una ofrenda soberbia: un espejismo… ¡El mar por nuestra derecha!
Las emisoras siempre calientes y en acción, ahora están silenciosas. Todos estamos sobrecogidos por el momento mágico en medio de esta serena belleza. ¿Qué importa el precio que vamos a pagar por este día?

La jornada ha terminado y se efectúa el reagrupamiento y el recuento de daños. Los coches han sufrido mucho. A Josepe se le ha roto el soporte del filtro del gasoil (lo sujetamos como se puede con una vieja cincha y unas cuantas bridas de electricista). A Javi le suena la amortiguación. Juanqui descubre que tiene partido el amortiguador delantero. El nuestro, resiste aún.
Cuando llegamos por la noche a la ciudad de Smara, lo único que deseamos es una ducha, la cena y dormir a pierna suelta, pero la realidad se ríe de nosotros. Smara es una ciudad-cuartel ocupada por Marruecos. El único Hotel que hay se distingue por la falta de baños en las habitaciones y por la existencia de una letrina infame en el pasillo común. En la cena, más que el trozo de camello seco que ocupa mi plato, me preocupa la discusión que mantienen, alejados de las mesas, dos jefes: el de nuestra expedición y el de la policía local.
-Nos prohíben continuar el viaje hacía el sur –nos comunica nuestro Jefe de expedición.
Dicen las autoridades marroquíes que es por nuestra seguridad, pero a mi me huele a patraña. ¿Qué autoridad tiene Marruecos sobre esta tierra libre?
Somos sospechosos. Se niegan a que prosigamos nuestro viaje. Piensan que somos una ONG encubierta. No quieren reportajes, ni ayudas para una gente que “no lo necesita”.
Como si hubieran leído nuestros pensamientos, nos informan que nos darán escolta en la ruta de regreso (siempre por carretera, nos advierten).
En nuestro grupo se produce la escisión. Los que no quieren provocar la cólera de las autoridades marroquíes, y los que reivindicamos nuestro derecho al pataleo. Mi Fran, al que no elegí precisamente por su mansedumbre, capitanea el grupo rebelde.
Y como la mentira es un arma de destrucción, sin control, patrimonio de toda la humanidad, aseguramos a las Autoridades, con el más puro gesto de inocencia que nos sale, que, frustradas nuestras expectativas de llegar al Trópico de Cáncer, nos volvemos a España, directos, sin escalas.

Debemos hacerlo bien, digo, mentir, porque no insisten en acompañarnos. Se suceden los controles, pero en cuanto vemos el momento adecuado, con la guardia baja y sin vigilancia, abandonamos la carretera general y nos adentramos por pistas inhóspitas, perdiéndonos en la nada.
La jornada nos ha vuelto a pasar factura. El coche de Josepe se va deshaciendo a cada bache con serias consecuencias, siendo la más significativa la rotura del latiguillo de la bomba de freno. En algún momento tendremos que abandonar nuestra clandestinidad y buscar alguna población donde arreglen los frenos estropeados. Hasta entonces, descansamos en algún lugar de la nada, bajo un cielo espectacular cuajado de estrellas.
El nuevo día nos impone como objetivo llegar a la población de Assa, donde probablemente encontraremos algún taller mecánico que arregle los frenos a nuestro compañero. Hemos comenzado la ruta entre las montañas, por una pista completamente rota, donde un Bereber, al que hemos llenado el depósito de su motocicleta, nos insiste en que circulemos por las pistas señalizadas por el peligro de las minas enterradas. Por nuestros ojos desfilan restos de camiones calcinados y trincheras abandonadas. Pero el verdadero ambiente hostil se respira en Assa.
Entramos despacio por su calle principal. Los marroquíes, aficionados a la tertulia en la calle, observan nuestra comitiva con mirada inescrutable. De repente, una piedra es lanzada contra la ventana trasera del Nissan de Miki, que se rompe en añicos. Muchachos adolescentes se abalanzan sobre el Mitsubishi de Carlos, arrancando la bolsa de basura que transporta en la rueda de repuesto. Cerramos las ventanillas, los seguros y seguimos en caravana hasta el desvencijado taller mecánico donde parece nos arreglarán el coche.

Hay tensión, miedo, agobio. Empiezan a conglomerarse a nuestro alrededor niños. Van de adulto en adulto pidiendo regalos. María está lívida, el miedo aún no le ha abandonado, Miki, su marido, está crispado. Pienso que tengo y puedo hacer algo. Llamo la atención de los niños con gestos cómicos que les arrancan una sonrisa. En unos minutos han dejado de ser una amenaza, tan solo son niños ávidos de risas, de pronunciar sus nombres y cantarme sus canciones. Cuando, por fin, nos subimos a los coches y abandonamos Assa, una treintena de niños nos dice adiós con las manos levantadas.
Ha transcurrido jornada y media y ya estamos en camino hacía Marrakech. Conservamos aún en nuestra mente y retina las tremendas imágenes vividas en los cien kilómetros del cañón recorrido.
Una vez dentro de él, no hubo vuelta atrás. Los frenos de Josepe volvieron a fallar. Siempre hacia delante, no había alternativa, fuimos recorriendo las paredes del gigante de piedra. Se sucedieron pueblecitos que surgian entre las piedras, ricas huertas y palmerales. Caminos trialeros dificultados por su estrechez y altura. Josepe, viejo lobo de mar, no abandonaba su buen humor mientras tiraba, ora de reductora, ora de freno de mano; ninguno le quitábamos el ojo de encima.
Ya en la frontera de Ceuta, somos once rebeldes sin causa. El sabor de la aventura vivida nos reconforta la frustración del objetivo anhelado y no cumplido.


Dejo el teclado y me recuesto en el sillón releyendo las últimas líneas escritas. Oigo trastear a FRAN en el garaje con el coche. Ha vuelto a desmontarlo y a llamarme… no encuentra nada (porque todo lo escondo, dice). Empiezan los preparativos. ¡Volvemos a África! Dentro de cuatro meses, iremos a los campos de refugiados de TINDUF, a través de ARGELIA. Aún no hemos terminado.

viernes, 13 de febrero de 2009

"Amigos x Africa"


¡Joder, vaya fallo! Mis amigos de nuestra ONG, “Amigos x África”, me quieren cortar las pelotas. – O sea, que tienes una Asociación de ayuda humanitaria, te haces un Blog de esos que se hacen todos los que creen que tienen algo interesante que decir y encima creen que deben compartirlo con los demás (tranquilos Super, Abe, ese no es nuestro caso) y no haces publicidad (por no decir apología) de ella. ¡Menudo socio fundador!...

Bueno, la verdad es que no se para qué voy a contar esto, porque sólo me leen aquellos que ya me conocen y encima se saben esta historia de memoria. Pero por si acaso os contaré que “Amigos x África” es producto de nuestras constantes bajadas al “morete”. Ese bello, incomprendido, dual donde los haya en los sentimientos que inspira, continente te va enganchando poco a poco. Lo malo es que también va dejando surco en tu interior la miseria que arrastra. De manera que un año bajas un poco de ropa, al siguiente ropa y medicinas, al otro ropa, medicinas y comida y al cuarto necesitas ya un trailer de seis ejes para poder transportar todo lo que llevas.
En fin, que una noche de borrachera (no se por qué, pero estoy rodeado de personas que consideran que en esas noches es cuando se gestan las mejores y más creativas ideas) decidimos “profesionalizarnos” y dar un paso más: -Pues fundemos una ONG- dijo alguien que he preferido olvidar para no darle una patada en salvas partes…

Varios meses de reuniones y de papeleos después, que no voy a contar por aburridos de necesidad, ya teníamos nuestro CIF (¡ahora sí que estamos fichados y jodidos), nuestro Estatutos, nuestra marca reconocida, varios cientos de euros menos en nuestros bolsillos (empezamos pagando todo los socios fundadores, claro está) y mucha ilusión encima y poco conocimiento de lo que se nos venía encima.

Y como una ONG no es nada sin un buen proyecto, después de mil actividades para sacar un poco de dinerillo, y de participar en una campaña en Marruecos para ayudar a los niños que estaban muriendo en el Atlas, durante un viaje a Mauritania para ayudar a una región que necesitaba urgentemente medicinas y leche para los niños, nos topamos con “nuestro proyecto”. Y no fue otro que un pequeño orfanato en la ciudad de Nouadhibou (Mauritania), regentado por una humilde ONG mauritana y que sobrevivía a duras penas cuidando, de una u otra forma, de más de 30 niños.

Cuando llegamos por primera vez al orfanato casi no pudimos contener las lágrimas y daba igual que fueras un hombretón tipo armario de tres cuerpos o la más sensible de las damiselas. La situación de los niños: bebes en el suelo o en cajas de cartón por falta de cunas, sin agua corriente, sin electricidad (se la habían cortado por falta de pago), hacinados en un espacio exiguo y de alquiler, para más INRI, era Dantesca. No hicieron falta reuniones de esas que hacemos para casi todo, el sentimiento fue unánime: ¡este es nuestro proyecto! Desde hace dos años estamos dedicados casi en exclusiva a mantener y a promover la construcción de un orfanato para esos niños. Somos casi su única esperanza, como nos dicen a menudo las maravillosas personas, pobres pero muy dignas, que han dedicado su vida a esos malandrines. No puedo pasar por alto que las personas que componen la ONG mauritana la han estado manteniendo con sus sueldos (menos de 100 € al mes) y con su dedicación exclusiva, pasando hambre y privaciones por dar todo lo que tienen a los peques.

Nosotros hemos organizado nuestra Asociación de manera que ésta se mantenga con los 100 € al año que ponemos los socios. Ya somos casi 100 socios y luego conseguimos el dinero para la construcción del orfanato (unos 70.000 €) a base de luchar y conseguir dinero de empresas, colaboradores, etc. La verdad es que nos han ayudado mucho y tenemos ya una gran parte del dinero que hace falta para su construcción.

Pero cualquier ayuda es importantísima, por eso os animo a que visitéis nuestra Web www.amigosxafrica.org y que os asociéis. Son 25 € al trimestre u 8,33 € al mes. Siento ser un pedigüeño, pero es lo que tiene cuando te embarcas en una titánica empresa de este tipo. Te conviertes en un tipo de Cura (sacerdote, pero sin lo del celibato) de los que siempre andan pidiendo limosna… Y asociarse no compromete a nada porque hay poca gente que ponga su tiempo, pero hace un esfuerzo económico, que también es de agradecer en tiempos de crisis.
Sólo os aseguro una cosa: nosotros no tenemos intermediarios; las cosas las llevamos nosotros directamente y no se “pierden” por el camino. De hecho les hemos comprado una furgoneta de 20ª mano, para llevar a los niños al cole y al médico, y se la ha bajado un socio directamente. Ahora les vamos a bajar un coche que necesitan para trabajar y un socio lo baja y luego ¡¡se sube en auto-stop y autobuses!! ¡¡Con dos cojones!!

Bueno, que ya no os doy más la chapa. Que si veo por la Asociación a alguno de los que compartimos vida y Blogs me sentiré muy honrado y satisfecho. Y si no, os veré por esos caminos y mundos de Dios y los Hombres, que tampoco está nada mal y también me llena de alegría y orgullo.

miércoles, 11 de febrero de 2009

Mi viaje a Laponia y Estocolmo...


Seguramente, en mi humilde opinión, sólo hay una cosa mejor que viajar... y es viajar gratis. Quizá mi trabajo tenga muchas cosas buenas y otras que no lo son tanto. Pero desde luego me está permitiendo conocer partes del mundo que desconocía y eso para mi no tiene precio.
Ya os dije que gran parte de la finalidad de mi blog era compartir experiencias, sobre todo de viajes y de montaña. Es por ello que me he permitido la licencia de colgaros el ladrillo sobre Laponia y muy especialmente sobre la Laponia Finlandesa. Después de cada viaje, quiero que éste perdure en el tiempo y no se me ocurre mejor modo que rememorando en esta página las cosas vistas y experimentadas.
Una vez mi amigo Abe me dijo que podría hacerse la biografía de cualquier persona sólo con la música que le ha conmovido en cada momento de su vida. Pues yo pretendo escribir la mía a través de mis viajes y excursiones. ¡Que Dios os pille confesados!

Conoce algo de Laponia antes de ir.



LAPONIA


Laponia es una región geográfica de Europa del Norte. Limita por el norte con el Océano Glaciar Ártico, por el oeste con el mar de Noruega, y por el este con el mar de Barents. Laponia está dividida entre Noruega, Rusia, Suecia y Finlandia (los dos últimos son miembros de la Unión Europea desde 1995). Es una de las reservas naturales más salvajes y exóticas del planeta.
Finlandia, Suecia y Noruega comparten el honor de poseer un territorio que ofrece un conjunto de peculiaridades y atractivos difíciles de igualar por destinos más lejanos y peligrosos a los que los viajeros ávidos de experimentar fenómenos únicos no dudan en peregrinar.
A muchos, el nombre de Laponia les evocará su infancia; cuentos y leyendas sobre nomos y Trolls, o las imágenes que cada navidad nos llegan de uno de sus habitantes más famosos, Santa Claus. Pero la innumerable lista de motivos y posibilidades por las que conviene incluir Laponia en nuestra lista de viajes imprescindibles se nutre de los siguientes argumentos:

“Sol de Medianoche” versus “Auroras Boreales”

Por las tres Laponias cruza el paralelo más famoso del mundo después de El Ecuador. Se trata del conocido como “Círculo Polar Ártico”. Este significativo enclave geográfico queda definido por el hecho de que todas las tierras por encima de esta latitud experimentan a lo largo del verano un período de días en los que el sol brilla las 24 horas. En invierno, el fenómeno se invierte. No quiere decir que sea permanentemente de noche, significa que el disco solar no sobrepasa el horizonte. A cambio, se disfruta de la famosa luz azulada entre las 10 y las 16 horas.
Tras un período estival en el que nos hemos acostumbrado a atardeceres eternos, la oscuridad, poco a poco, va ganando terreno. Comienza la época en la que podemos tener la posibilidad de presenciar uno de los fenómenos metereológicos más hermosos y extraordinarios que se conocen: Las Auroras Boreales, o tal y como las denominan suecos y noruegos “Luces del Norte”. Los finlandeses las bautizaron con el nombre de Revontulet, en alusión a la leyenda que relaciona el fenómeno con el polvo de nieve que levanta la cola de un zorro gigante al desplazarse sigilosamente por la noche.

Auroras ¿Cómo son?
Ondulaciones de luz blanco verdosas que cruzan el cielo de Este a Oeste formando cortinas y abanicos a lo largo de kilómetros. Suelen tener una duración aproximada entre 25 y 50 minutos, mientras evolucionan en diversas formas y coreografías. A veces, en su borde inferior se pueden ver tonos rojos e incluso azul/violeta. Por cierto, en contra de lo que dicen algunas leyendas, no emiten sonido.

Auroras ¿Por qué suceden?
El sol produce partículas con una alta carga de energía llamadas iones que viajan por el espacio a velocidades entre 300 y 1.200 kilómetros por segundo.
A una nube compuesta de este tipo de partículas se la denomina plasma. A una corriente de plasma procedente del sol se la denomina viento solar.
Cuando el viento solar interactúa con el borde del campo magnético que poseen ambos polos terrestres, algunas de las partículas quedan atrapadas en él, y siguen las líneas marcadas por la fuerza magnética en descenso hacia la ionosfera ( la sección de la atmósfera que se extiende entre los 60 y los 600 kilómetros por encima de la superficie terrestre )
Cuando las partículas colisionan con los gases de la ionosfera comienzan a resplandecer fulgurantemente produciendo el espectáculo que conocemos como auroras.
Hay que decir que la persona que quiera presenciarlas está completamente a merced de las condiciones naturales; es prácticamente imposible predecir cuando van a tener lugar.

La Nación Sami


Hace varios siglos, cuando suecos, noruegos y finlandeses llegaron a las estribaciones más remotas de lo que iban a ser sus respectivos países encontraron una civilización que mucho antes ya se había adaptado perfectamente a las condiciones extremas de unos territorios por los que, en un principio, apenas hubo competencia. Los Samis , o lapones, como a menudo se los denomina de manera simplificada, habían ido remontando Europa en busca de tierras vírgenes desde una zona que hoy situaríamos entorno a la actual Hungría. Esta es la razón por la cual la raza Sami es menos corpulenta y rubia que la escandinava. Por el mismo motivo, la lengua sami está lejanamente emparentada con el húngaro. Su cultura pintoresca representa la armonía con la naturaleza.
En toda la Comunidad Europea es el único pueblo indígena que habita en Laponia. En toda Laponia son 75.000 habitantes de los cuales viven sólo 7.000 en Finlandia. Tienen su propia historia, idioma, costumbres, industria y propia identidad. Los sitios donde habitan son desde el centro de Noruega y Suecia, pasando la parte Norte de Finlandia hasta la península de Kola. Probablemente, los Samis llegaron a Laponia en la edad de Bronce.
Para ser considerado indígena sus antepasados tienen que haber vivido en el área antes de haberse creado las actuales fronteras; aparte de eso tiene que haber tenido sus propias instituciones, sociales, económicas, culturales y políticas.

En un principio, la política de los gobiernos escandinavos respecto a los Samis fue de colonización cultural. Afortunadamente, en las últimas décadas han proliferado las instituciones destinadas a preservar la identidad de un pueblo espiritualmente enraizado en la convivencia armónica con la naturaleza.
Los Samis han sido tradicionalmente nómadas, dedicados al pastoreo de renos, la caza y la pesca.

Aprovechamiento del Reno

El reno es aprovechado por completo:
* La carne, la sangre y la grasa para alimentarse.
* Los tendones para preparar hilos y cuerdas.
* Las tripas como odres.
* Las pieles como abrigos, mantas, botas…
* Los huesos y cuernos como utensilios y adornos de artesanía.
Más de 300 palabras del idioma lapón tienen algo que ver con el reno y sus circunstancias. Antiguamente la cría de estos animales significaba para una familia un total de ocho mudanzas al año entre el campamento de invierno y el de verano.

Folklore Sami

En el folklore sami existe un tipo de canto muy particular que sirve tanto para expresar sentimientos como para homenajear a personas, animales o fenómenos naturales. Son los característicos joikus que se interpretan acompañados exclusivamente por la percusión que produce un asta de reno en los alargados tambores locales. La cadencia de este canto nos recuerda a las tribus nativas de Norteamérica, con las que los samis comparten muchas similitudes; una religión chamánica integrada en los ciclos naturales, las clásicas kotas o tiendas circulares en las que la familia come y duerme alrededor del fuego, la alternancia entre campamentos de verano e invierno y una forma de vida absolutamente pacífica y respetuosa con el entorno y con sus semejantes.

Souvenirs Lapones

-Pieles de reno: excelentemente curtidas, apenas desprenden olor. Las de más calidad son las más suaves al tacto.
-Tazas talladas en madera: Proceden de los nudos de los troncos de abedul. Se las denomina Kuksas, y tienen dos agujeros en el mango para introducir los dedos y no quemarnos cuando nos servimos directamente de las teteras que cuelgan o se depositan sobre el fuego.
-Cuchillos de campo lapones (de gran calidad, tal como corresponde a una cultura acostumbrada a acampar)
-Utensilios labrados en asta de reno: Normalmente en forma de pequeños objetos o engarzados a otros mayores de madera. De gran suavidad sin pérdida de dureza aumentan tanto el valor artístico como el precio de la pieza.
-Tambores rituales: Planos, ovalados y con iconografía referente a la tribu, los renos y los espíritus de la naturaleza.
Otro elemento que hace inconfundibles a los Samis con cualquier otro pueblo del planeta son sus vistosas ropas de color azul, rojo, amarillo, verde y blanco, colores que no sólo aparecen en su particular bandera nacional, sino que, y este es su objetivo, destacan de forma llamativa sobre el blanco de la nieve. Según sea la forma y posición de los adornos, los Samis identifican el estado civil, la zona de procedencia e incluso en algunos casos el número de renos que posee la familia.
Estas prendas, siempre amplias para que la cámara de aire forme una protección contra el frío, son otro de los souvenirs con los que el visitante puede enriquecer su ajuar viajero.
El tradicional "sombrero de los cuatro vientos" responde perfectamente a todo lo anterior. Su amplitud genera espacio suficiente para que conserve el calor, resulta llamativo en la distancia y según se coloca puede dar pistas sobre las expectativas de encontrar pareja del que lo porta.
Su hermoso nombre procede de una vieja leyenda, tan antigua como aquella ocasión en que en Laponia al viento le dio por soplar en todas las direcciones al mismo tiempo. Esto hizo la vida insoportable, los animales huyeron, las plantas empezaron a morir… los hombres pidieron ayuda al mejor de sus chamanes. A duras penas este logró subir a una colina y llamar la atención del viento. Le explicó la situación, pero este no atendía a razones. El chamán volvió a hacer uso del poder vibrante de su voz; con frases rítmicas y biensonantes fue relajando al vendaval hasta reducirlo a una pequeña brisa, tanto que con un certero golpe de brazo logró encerrarla dentro de su sombrero. Una vez atrapado, el viento volvió a soplar con todas sus fuerzas, izquierda-derecha, abajo- arriba… pero no logró zafarse. Resignado y agotado estuvo en mejor disposición de pactar con el chamán, este se ofreció a liberarle a condición de que prometiera soplar, de ese día en adelante, en una sola dirección a la vez. El viento accedió y cuando el chamán hubo abierto su sombrero comprobó como había quedado deformado con la forma que aún hoy en día seguimos viendo sobre la cabeza de los lapones.

Defenderse del frío


El frío en Laponia es muy seco, por tanto unas buenas prendas evitarán que penetre dentro de nuestro cuerpo. El viajero se va aclimatando paulatinamente a medida que pasan las horas desde su aterrizaje en este planeta de nieve y hielo. Pero, cuando el termómetro desciende más allá de los 17 grados por debajo de cero existen una serie de trucos que nos van a ayudar a disfrutar más la jornada si durante varias horas vamos a estar realizando alguna actividad en el exterior. Todos los interiores, dicho sea de paso, están calefactados con el máximo confort.
Ahí van algunos secretos para disfrutar de un auténtico día de frío ártico:

1) Lo que en realidad abriga no es el grosor de una prenda sino la cámara de aire que produce. Por tanto varias capas finas y amplias son mejores que una gruesa o ajustada. Además, es mucho más cómodo y nos permite ir poniéndonos o quitándonos según nos sintamos en cada momento. Los tejidos deportivos han avanzado tanto en los últimos años que conviene aprovechar su ligereza, flexibilidad y sobre todo su capacidad de transpiración.
2) Pies, manos y cabeza son las partes del cuerpo por donde perdemos más calor:
- Ya hemos hablado anteriormente que el “sombrero de los 4 vientos” lapón es muy amplio. Se puede llevar uno más discreto, pero el gorro es siempre recomendable.
- En cualquier empresa de safaris le van a facilitar todo tipo de ropa; mono, casco… también botas. Las suyas de alta montaña van bien en un día normal, pero uno de mucho frío coja las que le ofrecen. De esta manera puede pedir dos o tres números por encima de su talla de forma que le entren bien con dos o tres pares de calcetines y siga sobrando espacio. Que la bota le baile un poco es lo que generará la cámara de aire que protegerá sus pies de entumecimientos mientras otros dan saltitos.
- La misma filosofía la empleamos con los guantes. Para actividades exteriores con frío intenso lo ideal son unos finos y ajustados. Encima nos pondremos esas grandes manoplas que nos dará la empresa de safaris y que darán el triple de calor que el mejor de los guantes de esquí o escalada en hielo. Las llevaremos puestas por ejemplo mientras vamos en moto de nieve o trineo de perros, y nos las quitaremos un momento si al parar necesitamos manipular objetos; la cámara, el teléfono… mientras seguimos contando con la protección de la primera capa.
3) Cuando no lleve el mono que dejan las casas de safaris lo mejor para las piernas en una primera capa de mallas de corredor y encima unos pantalones de esquí.
4) Los continuos cambios de temperatura al entrar y salir de interiores a la calle, la acción del viento cuando vamos en moto de nieve o trineos, la sauna, etc., hace que en cualquier viaje a Laponia no deba faltar en nuestro neceser una buena crema hidratante para aplicarla en la cara al levantarnos y al acostarnos.
5) Recuerde que el alcohol es vasodilatador. En un principio puede dar una sensación de calor interior pero en realidad está desarmando a nuestro cuerpo contra el frío.

Laponia Finlandesa

La Provincia de Laponia (en finés Lapin lääni) es una de las seis provincias con que cuenta la organización político-administrativa regional de la República de Finlandia desde la reforma de 1997. Su capital administrativa es la ciudad de Rovaniemi. La Laponia finlandesa forma parte de la región geográfica más grande de Laponia y se extiende desde Rovaniemi, en las inmediaciones del Círculo Polar Ártico hasta la frontera norte con Suecia, Noruega y Rusia.
La provincia de Laponia tiene solamente unos 203.000 habitantes (2008), que representan el 3,6% de la población de Finlandia. La densidad de población es claramente la más baja del país (2,2 habitantes por kilómetro cuadrado), cuando la de Finlandia es de 16,7 hab./km2. La población indígena Sami es de 7.000 habitantes.
Las ciudades más notables de la provincia, además de su capital, son Kemi, Tornio y Kemijärvi..
Ciudades y regiones
La capital administrativa de Laponia es Rovaniemi con 34.400 habitantes, las otras son Kemi con 25.100 habitantes, Tornio con 23.300 habitantes y Kemijärvi con 12.100 habitantes. La provincia de Laponia tiene 18 regiones: Simo, Ranua, Posio, Keminmaa, Tervola, Municipio de Rovaniemi, Salla, Pelkosenniemi, Savukoski, Sodankylä, Kittilä, Inari, Utsjoki, Ylitornio, Pello, Kolari, Muonio y Enontekiö.
Conexiones aéreas
Laponia tiene cinco aeropuertos con servicios regulares desde Helsinki con destinos en Rovaniemi, Kemi, Kemijärvi, Kolari.

Rovaniemi


Rovaniemi en finés, Roavvenjárga o Roavenjárga en sami septentrional, Ruávinjargâ en sami de Inari y Ruäˊvnjargg en sami de Skolt, es la capital administrativa de la provincia de Laponia, en la República de Finlandia, y cuenta con unos 58.000 habitantes (2006) y una superficie de 8.017 kilómetros cuadrados. Está situada cerca del círculo polar ártico entre los montes de Ounasvaara y Korkalovaara, en la confluencia de los ríos Kemijoki y Ounasjoki. Además de su situación geográfica como puerta de Laponia y, por tanto, país de Papá Noel, es una ciudad universitaria que alberga la Universidad de Laponia.
El 1 de enero de 2006 la ciudad de Rovaniemi se fusionó con el extenso pero poco densamente poblado Rovaniemen maalaiskunta ("municipio rural de Rovaniemi"), que rodeaba completamente la ciudad. Antes de la unión la población de la ciudad era de unos 35.300 habitantes, su superficie de 94,3 km² y la densidad de población de 374 hab./km².

Historia

En 1938 Rovaniemi tenía la administración de Laponia. Cuando el 19 de septiembre de 1944 Finlandia y la Unión Soviética firmaron el armisticio, con vista a seguir la guerra como aliados contra el enemigo común, el Tercer Reich, las tropas de la Wehrmacht estacionadas en la zona practicaron una táctica de "tierra quemada" en su retirada, para lo que provocaron la explosión del deposito de municiones, lo que ocasionó un incendio de gran magnitud que arrasó la totalidad de la ciudad de Rovaniemi, en su mayor parte construida en madera.
Después de la Segunda Guerra Mundial se le dio el encargo al arquitecto Alvar Aalto de que el plano de la ciudad tuviera la similitud al asta de un reno. La fundación de la nueva Rovaniemi tiene como fecha de partida el año 1960.
Esta población mantiene su nivel social más alto en la época invernal, cuando se puede disfrutar de deportes de nieve como esquí, snowboard, motos de nieve, safaris por parques naturales, trineos tirados por perros, pesca en hielo, patinaje... Mantiene durante el curso académico una ferviente vida universitaria y nocturna. Durante la época estival se pueden realizar safaris y otras actividades.
Además dispone de varios museos, uno de los más conocidos es Artikum con exposiciones dedicadas sobre todo a la historia sami pasando por diferentes épocas.
Esta ciudad es donde nació Mr. Lordi, el líder del grupo ganador de Eurovision en 2006. En la calle peatonal Lordi square hay una placa con las manos de los componentes y el cantante posee un restaurante en el centro.

Los finlandeses han sabido desarrollar una industria turística de invierno que aventaja en número de atractivos y posibilidades a la oferta de sus vecinos:

a) Motos de nieve: Podemos considerar la Laponia Finlandesa como el paraíso para la práctica de este moderno deporte. Quien no haya probado la facilidad con la que estas máquinas se desplazan mientras parecen flotar sobre la nieve, tiene un motivo para realizar excursiones o safaris sobre estas naves que aún hoy nos parecen sacadas de una novela de ciencia ficción.

Cómo conducir una moto de nieve

La confianza no está reñida con la prudencia:
-Las motos de nieve son muy fáciles de conducir. Con la palanca del manillar derecho aceleramos; no hay cambio de marchas. Con la palanca del manillar izquierdo frenamos, si no necesitamos hacerlo de forma inmediata basta con ir soltando el acelerador.
-Tienen una gran estabilidad y se adaptan perfectamente al terreno por lo que alguien sin experiencia las puede manejar con soltura.
-Como van sobre dos patines, en giros cerrados ayuda cargar el peso del cuerpo sobre el sentido del mismo, es decir, en curva a la derecha conductor y acompañante cargan el peso sobre el patín derecho y viceversa. Esto se nota especialmente en terrenos con abundante nieve virgen.
-En resumen: alguien que no quiera correr riesgos es muy difícil que tenga un percance. Por el contrario, podemos disfrutar desde el primer segundo siempre y cuando sigamos a un guía que conozca la zona.
-La empresa que organiza el safari les proveerá en destino de todo lo necesario: mono térmico, botas, casco… Debajo de las manoplas que le prestarán es ideal si usted puede llevar sus propios guantes finos y ajustados, con ellos le será mucho más fácil manipular objetos en las paradas. Normalmente, los cascos portan la visera que protege la cara del viento, por lo que para que no se empañe si lleva gafas es mejor, si puede, ponerse lentillas.
Se trata de un vehículo más, es decir: la policía puede realizarle un control de alcoholemia, hay que guardar distancia de seguridad con la moto que nos precede, ir pendiente de las que pueden venir en sentido contrario, llevar a los niños en el remolque que arrastra la moto del guía, ser mayor de edad para conducirla o estar en posesión de la licencia que autoriza a llevar ciclomotores…
Conducción fluida según el tipo de terreno, es decir: si quiere llevar su vehículo como un maestro y de paso impresionar a su “pasajero” no deje de jugar con el acelerador; la moto gira mejor desacelerando en un principio y acelerando al final; la misma teoría sirve también para mantener la línea recta en terrenos inestables.
Lo anterior funciona especialmente en los espacios abiertos, que son los ríos y lagos congelados (las autopistas de la motonieve) pero el verdadero arte se demuestra en las pistas que atraviesan los bosques. Este escenario, además de ser el más bello y excitante, nos ofrece un terreno donde, si no ha nevado mucho la noche antes, suele haber baches. Estos son el auténtico reto para el amante de la conducción:
¿Cuál es el secreto?: dar un breve golpe de aceleración al principio de la pendiente del bache y soltar en lo que la moto termina de subirlo y bajar de nuevo. De esta forma evitamos ir dando saltos sin control y hacer sufrir a nuestros riñones y espalda. Por el contrario, si se logra hacer bien, lo cual sólo requiere atención constante al terreno, la moto parece que cabalga.
Otros
-Muchas motos llevan calefacción. A menudo encontramos una palanca o botón con los que regular la temperatura de la empuñadura.
-A la hora de fijarnos en la velocidad hay que ser conscientes de que en alguna ocasión el contador puede venir en millas, aunque lo normal es que vengan dos, uno en millas y otro en kilómetros ( Si no es así, recordar que la equivalencia aproximada es 1milla= 1.600 metros ).
-La mayoría de las excursiones son bajo la luz del día pero también se pueden realizar nocturnas. Estas tienen el encanto de ir viendo el paisaje bajo la luz de los faros, y de paso, si hay suerte, tener opción de ver una aurora boreal.
-Igualmente, los recorridos pueden combinarse con otras actividades, como pesca en el hielo, paseo en trineo de renos, etc., pero lo ideal para los verdaderamente aventureros es hacer un safari de varios días como los que van desde Finlandia hasta algún punto emblemático de los países vecinos.

b) Trineos de perros: Durante siglos ha sido el medio de transporte tradicional en estas latitudes. No contamina, no produce ruidos. La mejor manera de avanzar en silencio y armonía por bosques nevados con la colaboración de unos animales que, como el viajero comprobará, disfrutan corriendo y remolcando a sus pasajeros. Una experiencia digna de las mejores novelas de Jack London.

c) Crucero en Rompehielos: Cuando las condiciones lo permiten, tenemos el privilegio de dar un giro inesperado al concepto clásico de navegación; surcar un mar helado a bordo del mejor rompehielos turístico del mundo.
¿Cómo funciona un rompehielos?
La mayoría de las personas imagina que estos barcos “cortan” el hielo en virtud de afiladas proas. Si lo pensamos con más detenimiento veremos que necesitaríamos una potencia impensable para tajar un elemento que sabemos que tiene cuatro quintos de su densidad sumergidos.
Pensad un último instante, antes de leer la solución en la siguiente frase, cómo lo haríais vosotros… Como suele ocurrir, si habéis pensado en complejos artefactos, la solución es más sencilla: los rompehielos no cortan el congelado elemento acuático, lo aplastan.
¿Cómo?
A finales del siglo XIX el gran explorador noruego Fridtjof Nansen decidió demostrar que el Polo Norte no era un continente.
Para ello diseñó un barco que quedara encallado en los mares helados del norte de Nueva Siberia -al este del polo-.
El barco quedó varado en el hielo tres años. Cuando las aguas comenzaron a descongelarse dejando a la embarcación libre de nuevo para la navegación esta se encontró, sin haberse desplazado un solo metro, sobre el archipiélago de Spitzbergen Occidental -al oeste del Polo-.
( Sí quiere saber más sobre esta fascinante proeza, pincha en el siguiente enlace).
Lo que ahora nos ocupa es cómo el casco aguantó la presión lateral de los hielos al formarse alrededor del barco, en lugar de partirse , como hasta entonces ocurría.
Nansen, jefe de expedición, Otto Sverdrup, capitán y Colin Archer, ingeniero naval, trabajaron en un novedoso diseño de barco con una forma tal que los hielos lo levantaran en lugar de presionarlo y hundirlo: haciendo la quilla acampanada, en forma de U, en lugar de la habitual forma en V. Evidentemente, esto hace a las embarcaciones mucho más inestables en mar abierto, pero el “Fram”, que así se llamaba el famoso barco, salió, en contra de todos los pronósticos, triunfante, y de esta manera llegó a Oslo el 9 de septiembre de 1896.
Por tanto, los rompehielos tienen la quilla acampanada, la gran potencia de unos motores provistos de cilindros de más de un metro de alto la montan sobre la placa de mar helado, el gran peso de estos buques hace que esta vaya cediendo, incluso en grosores que alcanzan el metro y medio. Si usted quiere construir un rompehielos no olvide instalar un buen sónar; este le avisará de los islotes de hielo submarino que no se divisan desde la superficie pero que pueden alcanzar los quince metros de espesor bajo el agua. Evítelos y podrá abrir con éxito la carretera por la que luego circularán los barcos que comunican muchas poblaciones del Mar Báltico. Es por esto que Finlandia tiene la mayor flota de rompehielos del mundo.

Rompehielos "Sampo" en la ciudad de Kemi

El MV Sampo es un rompehielos finlandés construido en 1961. Después de servir durante más de 30 años como rompehielos, el Sampo, empezó a ofrecer excursiones de un día para los turistas por el golfo de Botnia desde el puerto de Kemi en la Laponia finlandesa. Es el único rompehielos turístico del mundo y es también una inolvidable experiencia ártica.
Datos sobre el SAMPO
* eslora: 75 m, manga: 17,4 m
* altura del puente de mando desde la línea de flotación: 14 m
* peso: 3.540 toneladas, calado: 7 m
* potencia de los motores: 8.900 CV
* velocidad en mar abierto: 16 nudos
* velocidad en 50 cm de hielo compacto: 8 nudos
* capacidad de corte de hielo: 70-120 cm, hielo compacto
* capacidad de pasajeros: 150 personas
* personal 9 personas
* año de construcción: 1961

d) Encuentros con Santa Klaus: En los bosques vírgenes del norte hace tiempo que estableció su residencia, su taller y su oficina postal este personaje universal que rinde homenaje a aquel pastor finlandés que hace varios siglos decidió construir desinteresadamente juguetes para niños. El encuentro con el auténtico, en su propio entorno, no puede ser superado por ninguno de sus imitadores en el resto del mundo.
En la ciudad de Rovaniemi existe el Santa Claus Park, la residencia oficial de Papa Noel, donde se puede disfrutar de un paseo, conocer personalmente a Santa Claus, o enviar una carta desde la oficina postal central de Papa Nöel. También por este parque pasa la línea del Círculo Polar Ártico que traspasamos al llegar a la ciudad por avión, ya que el aeropuerto (que esta a unos 9 Km. del centro de la población) está dentro del Circulo Polar Ártico.

e) Cabañas de Madera: Sería difícil encontrar un rincón del planeta con mejor oferta. En un país en el que toda su superficie es bosque encontramos estas construcciones insuperables, tanto por el confort de sus interiores como por la belleza de los entornos que las acogen. Sin duda, la opción más entrañable y auténtica para parejas, familias o grupos de amigos. Y no olvidemos que en el país que inventó la sauna estas no pueden faltar en cada edificación o complejo.

Los Secretos de la Sauna

-¿Cómo ha sobrevivido durante milenios gente que, como los finlandeses, pueden enfrentarse durante el invierno a temperaturas próximas a los 20, 30, 40 grados bajo cero? El récord en Laponia, por cierto, es -55º, pero no se asuste, esto ocurre muy pocas veces por siglo.
Hace sólo unas décadas que la calefacción central es una realidad en los países fríos.
Imaginemos lo sufridas que podían resultar antaño acciones tan rutinarias como lavarse las manos. La invención genial de la sauna facilitó que la gente pudiera asearse, relajarse y recuperar algunos miembros entumecidos por las temperaturas extremas.
Suponemos que su existencia es tan antigua como la de las termas o los baños de vapor en el sur de Europa, pero el primer documento escrito donde se menciona la sauna data de 1.113.
Hasta hace unas pocas generaciones la sauna ha sido el lugar de la casa donde tradicionalmente las mujeres del medio rural han dado a luz ¿Por qué? Las temperaturas cercanas a los 120 grados que podían alcanzar las convertían en la habitación con mejor desinfección. Evidentemente, las parturientas las utilizaban apagadas o a baja temperatura. Aún hoy día es frecuente, entre la tercera edad, encontrar personas que han nacido en ellas.
Todo lo anterior ha contribuido a que la sauna sea para un finlandés un espacio de devoción. Forma parte de su rutina, pero entroncada con una tradición que la concebía, al igual que algunas tribus de Norteamérica, como lugar de purificación física, mental y espiritual.
Es un lugar donde dejar de lado los problemas y agobios de la jornada, sí, pero también donde celebrar encuentros de trabajo. La mayoría de las empresas tienen una, a menudo sus empleados pueden usarla cuando están estresados, pero también para llevar a cabo reuniones. “Presidencia del Gobierno” tiene su “Sauna Oficial” y en ella tienen lugar entrevistas de estado.
Casi todas las viviendas en Finlandia cuentan con una. En las ciudades suelen ser eléctricas. Son las más modernas, las que la mayoría de los extranjeros conocen, las que se han acabado imponiendo por razones de tiempo y comodidad. Con sólo accionar un mando, una buena sauna eléctrica está lista en veinte minutos.
Sin embargo, muchas de las casas de campo, que a menudo funcionan como segunda residencia, siguen conservando la sauna original, la que se calienta con leña. Lleva aproximadamente una hora tenerla lista, y todo este tiempo hay que estar alimentando el fuego que calentará las piedras, pero los aceites y vapores que libera la madera son mucho más agradables para la piel y los pulmones. De hecho, permite aguantar temperaturas más altas que la eléctrica, mucho más seca.
Las saunas de leña suelen estar a la orilla de un lago. En verano podemos correr por una plataforma de madera y zambullirnos directamente dentro del agua.
Existe una segunda modalidad tradicional: la sauna de humo, la que también utilizaron algunas tribus de Norteamérica para sus rituales. Calentar las piedras lleva unas cinco horas, por lo que es la más cara y difícil de probar, pero para muchos se trata de la mejor.
Existe un dato revelador: en un país de cinco millones de habitantes hay un millón seiscientas mil saunas.
Si quieres seguir la tradición, a menudo sabia, los consejos de la Sociedad Finlandesa de la Sauna y la experiencia de quien les escribe he aquí algunas recomendaciones:

-Entrar de dos a cuatro veces en sesiones de cinco a diez minutos con una temperatura de 60 a 100 grados, en una de leña se pueden alcanzar los 120. Como vemos, según los gustos y resistencia de cada uno; no se trata de un desafío ni de una competición, el objetivo es relajarse, recuperar fuerzas y disfrutar, lo que en terminología moderna se denomina “mimarse”.
-Entre sesión y sesión es muy conveniente ducharse con agua fría; en invierno muchos finlandeses se lanzan desnudos sobre la nieve o se introducen en una piscina cavada en el hielo. ¿Es también esto mimarse? Puede que sí: el gran contraste de temperaturas reactiva la intensidad del riego sanguíneo, multiplica su afluencia y velocidad, lo que en un primer momento arrastra toxinas de tejidos y músculos y posteriormente los tonifica y relaja. La sauna te limpia tanto por dentro como por fuera.
Esta práctica, además de poner en forma al corazón, entrena el termostato de nuestro cuerpo para que soporte mucho mejor tanto el frío como el calor.
-¿Quieres más razones? Ahí va otra: observad el cutis de la mayoría de los finlandeses.
-No olvides que conviene evitar las comidas pesadas y el alcohol antes de tomarla. Es mucho mejor entrar antes del almuerzo o la cena. Los finlandeses a veces se toman mientras una cerveza fría, y en verano, en el campo, es tradicional hacer una barbacoa de salchichas nada más terminar.
-La gente con problemas de corazón o la presión alta deberían evitar nadar en agua frías tras salir de la sauna.
-Entre toma y toma, en una misma sesión, los finlandeses se toman su tiempo, dejan fuera del vestuario las prisas, de hecho en estos suele haber una sala de relax, con asientos cómodos y una televisión. Allí dejan que su cuerpo asimile progresivamente los cambios musculares y cardiacos que se están generando, antes de volver a entrar.
-Los locales, a menudo se azotan con unas ramas de abedul previamente humedecidas, cortadas en verano antes de que pierdan las hojas y atadas en la base en forma de escobilla. Los suaves golpes masajean, ayudan a que la irrigación sanguínea se distribuya aún mejor y de paso las hojas de abedul liberan sus aceites sobre la piel y hacen que se respire y huela mejor.
-Recuerda que es muy importante arrojar de vez en cuando agua sobre las piedras. El vapor que genera es el que nos ayuda a transpirar. A tal efecto siempre encontrarás un cubo con un cazo a mano.
-Un último detalle para terminar como auténticos profesionales: una buena crema hidratante sobre la cara, especialmente si es invierno y hay temperaturas bajas en el exterior, si en ese momento tienes la piel algo irritada déjelo para más tarde. Los caballeros pueden aprovechar que en ese momento es mucho más suave el afeitado.

lunes, 9 de febrero de 2009

Bajo el cielo infinito (Mar de Loksli)



Mi compañero es un enamorado del viejo continente africano. Cada año, desde hace ocho, cualquier oportunidad le es buena para viajar a esta tierra. África le ha ido envolviendo poco a poco y le ha terminado por hechizar. Éste era mi primer viaje a África; para él era importante. Primero, porque esperaba que África también me cautivara; segundo, porque no estaba seguro de mi resistencia (aún cree que soy una frágil mujer). Nuestro objetivo era el Magreb (reino de Marruecos). No era un viaje propiamente turístico, era una expedición: recorrer cientos de kilómetros en coche, llegar a lugares donde no llegan autocares, dormir bajo las estrellas en el desierto, sufrir calores por encima de los cuarenta grados, tragar polvo y más polvo... y recorrer el infinito.

Yo, por el contrario, me encontraba serena y confiada. No llevaba ninguna idea preconcebida y, a mi lado, iba todo un bagaje de experiencia. Por otra parte, no viajábamos solos; la expedición la componíamos catorce personas (dos por coche).

Fue impresionante ver en el puerto de Almería la colección de todo-terrenos, motos y camiones que se alineaban para el embarque. Una vez en el barco, mientras recorría los pasillos sorteaba los cuerpos y piernas de los magrebíes que, ajenos a nuestra excitación y al olor asfixiante de las salas abarrotadas, dormían tumbados en el suelo, al arrullo de los motores. A mi me costó mucho más dormir. Metida en aquel minúsculo camarote, pensaba en las ocho horas de travesía que nos quedaban para comenzar nuestra andadura africana, y en una amenaza que latía entre esas cuatro paredes: nos cortarían el oxigeno del camarote en cuanto cayéramos en el sueño más profundo.

Cuando pisamos el suelo africano, en Nador, nada preludia lo que veré, gozaré o sufriré en Marrecos pues los primeros momentos son aburridos en la aduana, cambiando dinero, controlando los vehículos, interminables paseos y papeleos; un solo ordenador para cientos, a veces miles, de aventureros, turistas, viajeros… Una inspección en el coche, puede que dos.
-¿Algo que declarar? ¿Emisora de radio? ¿Pistolas…?
Las construcciones son de adobe y de estructuras sin imaginación. La sensación es de suciedad y espacio destartalado.

Poco a poco nos vamos adentrando por las carreteras. Se divisan las montañas del Atlas con sus picos nevados y vamos acogiendo, sin acritud, al que será nuestro compañero incondicional durante todo el viaje: el polvo del camino.

Se suceden los kilómetros. Cientos de kilómetros en absoluto tediosos. Todo es nuevo y extraordinario: lo más curioso para mi son los niños, hay niños siempre. Donde “nada” hay, brotan los niños corriendo descalzos. Aparecen junto al coche, a veces convirtiéndose en un auténtico peligro pues debes maniobrar con pericia para evitar pasar las ruedas sobre ellos. Se colocan en las márgenes de la pista pidiéndonos tabaco, agua, comida, caramelos… Miro, sin apenas parpadear, por las seis ventanillas. Los copilotos de los otros coches son auténticos Reyes Magos, repartiendo camisetas, bolígrafos, dulces, zapatos. No es su primer viaje, esto se lo sabían. ¿Por qué no me ha prevenido FRAN? Pero él está mascullando, mientras maniobra intentando no atropellar a dos chiquitines que apenas saben pedir.
- Los hemos convertido en pedigüeños…

Entre horda y horda de niños se suceden los espacios infinitos, abiertos, sin horizonte. Los rebaños de camellos, los oasis y los espejismos que nos hacen sonreír. Agrestes montañas, donde no sabes cómo has podido llegar. Pero allí, inexplicablemente, también hay vida… surge una haima, grande, negra y vieja en la que, por increíble que parezca, vive gente. Al ruido de los motores salen con las sonrisas blancas, algunas desdentadas, a saludar. Bajamos de los coches. Mis compañeras regalan ropa, caramelos… y esa familia pobre de necesidad, que vive encima de una montaña seca y pedregosa en la nada, saca de su ajada tienda viejos vasos y tetera de dudosa higiene, y nos ofrecen allí, en el suelo, un té caliente y un pan ácimo (es mejor no cuestionarse si el agua se hirvió o no). Miro de reojo a mi compañero, no me informó; no le reprocho, pero ellos me ofrecen lo que tienen y yo no ofrezco nada.

Después del té mis compañeros sacan más regalos, alguien exhibe la cámara de fotos e intenta hacer una foto a las jóvenes, pero ellas se lo impiden y les piden dinero a cambio. Nos subimos a los coches y una joven se me acerca a la ventanilla con la mano extendida.
-No tengo nada- le digo como si me entendiera. Ella sigue sonriendo con la mano extendida. Me quito la camiseta que llevo puesta, quedándome sólo con el sujetador y se la entrego. Detecto un destello de triunfo en su mirada. Yo no sé que siento. Estamos ya en marcha. Doy un beso en la mejilla a FRAN; ahora comprendo lo que me decía: “nuestra caridad no dignifica a este pueblo”.


A partir de entonces mi mirada ha madurado, va más lejos. Observo los saludos y sonrisas anhelantes de los niños a nuestro paso, la mayoría sin calor. Igualmente observo algunos gestos de burla y desprecio cuando nada les damos y creen que ya no les vemos. Algún coche debe esquivar la piedra lanzada contra el parabrisas.

Las horas se suceden y los kilómetros se multiplican. El grupo no pierde el humor y las ganas de aventura. Las emisoras echan humo. A través de sus ondas, con el desparpajo de unos y el relato de las experiencias compartidas, se va cohesionando el grupo de los catorce. Percibo una corriente, un código secreto entre los que ya son veteranos en el desierto y me pregunto qué tienen las dunas que todos las temen pero no pueden pasar por esta tierra sin atravesarlas.

Según mi FRAN, para el buen amante del todo-terreno existen tres elementos básicos a los que no se puede resistir, a saber: barro, nieve y arena. Pero de estos tres, sin duda, la arena, las dunas, son las que más pasiones levantan.
Al cruzarlas, se experimenta tal sensación de levedad ante su grandeza, de respeto ante su imprevisibilidad y una descarga de adrenalina tal, que equivale a montar en la montaña rusa más salvaje del mundo.

Si los conductores más avezados se han mostrado tranquilos en todo el devenir del viaje, por duros e inhóspitos que hayan sido los terrenos atravesados, la sola vista de las dunas, algunas de varios metros de altura, con caras verticales como cortadas a cuchillo, con trampas de arena capaces de tragarse un coche grande y, lo peor, los temidos VUELCOS, consiguen que se les acelere el corazón.

Antes de adentrarnos en los mares de arena, que siempre preceden a las dunas, bajamos las presiones de las ruedas hasta menos de un Kilo y nos reunimos para diseñar la estrategia. Es como una batalla contra la arena y todos los coches debemos actuar con la precisión de un viejo reloj suizo: el más experimentado abre camino y los demás deben seguirlo exactamente, pero dejando una distancia de al menos dos dunas entre coche y coche. Evitaremos así frenazos indeseados y peligrosas colisiones al abordar altas dunas sin visibilidad de lo que nos espera al otro lado.

El paso por las dunas es toda una peripecia. Es un duelo entre coche y arena. El coche penetrará en el mar de arena y ésta intentará atraparlo, tragarlo.

Contemplo la hilera de los siete coches frente a las dunas. Regla número uno, bajar la presión de las ruedas. Los coches rugen, y por unanimidad tácita reconocen a mi FRAN como el que encabezará el ataque. Me empiezo a poner nerviosa pues siento que algo grande y, puede que peligroso, va a ocurrir.

¡Nuestro coche va a ser el primero! Es lo más peligroso puesto que hemos de decidir el camino a seguir y elegir el paso entre dunas o atacarlas sin poder ver lo que hay al otro lado. La mayoría de las dunas tienen una cara cortada, casi vertical, la del lado norte, que hay que evitar. La razón es sencilla: avanzas y te encuentras una duna de 4 ó 5 metros y la encaras con energía para que el coche pueda vencer la resistencia al avance que ejerce la arena; el coche sube la pendiente casi vertical y, en ese momento, pierdes la orientación de la duna porque sólo ves el cielo. Aún así, tienes que tener la perspectiva de la cresta de la duna para dejar de acelerar (no frenar) antes de saltar al otro lado y poder ver si es practicable por la otra cara o el descenso es vertical, con el posible riesgo de vuelco. Son decisiones de décimas de segundo que pueden significar serios daños para el coche y los ocupantes y el final de un viaje feliz.

Abrimos la marcha, culminamos las primeras dunas con decisión. Me agarro todo lo fuerte que puedo. Por la emisora se oyen exclamaciones y exabruptos. Un coche queda rezagado, no encuentra cauce para seguirnos. Otro ha estado a punto de volcar, ha quedado atascado y no puede salir. Paramos y vamos todos con palas al rescate.

Delante de nosotros asoma la Gran Duna… esta vez no se afrontará, no estamos preparados para ello, pero si otra cercana y no menos espectacular. Los siete coches se paran en la cresta de la anterior. Se me ha olvidado respirar. Miro con preocupación a FRAN, no sé qué pensamientos le recorren. Confío en él. Acelera y sube la duna… hasta la mitad. Allí el coche se para, no puede continuar y retrocede el camino recorrido. Desde arriba todos observan. FRAN les dice por la emisora que lo intentará de nuevo por otro lado. Los demás le siguen. Sé que no puedo hablar, es la mejor manera de ayudar. Nuestro coche embiste y ataca ciego de coraje la pendiente imposible, pero cuando llegamos a su cresta FRAN intuye y frena a tiempo. El coche en equilibrio entre una y otra cara ofrece un espectáculo escalofriante. El cortado de la duna es totalmente perpendicular. Un metro más y hubiéramos caído por el precipicio sin remisión. FRAN avisa a tiempo al resto, que ya han comenzado a subir. Operación abortada.
Los coches se atascan; acelerones, nervios... Los problemas que surgen lo solventamos entre todos. Todos a una, como FUENTEOVEJUNA. Los compañeros comentan con admiración el espectáculo que ofrecía nuestro coche en la cresta de la duna, pero no tienen ni idea lo que estos ojos han visto y lo que este corazón ha vivido.

Al final del día, la recompensa de la noche… en el desierto, bajo un cielo infinito cuajado de estrellas, duermo junto a mi compañero, a la intemperie, a miles de kilómetros de mi hogar. Siento la arena bajo mi cuerpo y un último pensamiento me lleva hacia el sueño profundo y sereno. ¿Quién me puede decir que esta tierra que se me ofrece como lecho, es extraña, extranjera o enemiga? La tierra no pertenece a nadie… y nos pertenece a todos.