miércoles, 22 de abril de 2009

El nombramiento: Pico Urbión con los Trotamontes

(Para ver la descripción de esta pedazo de ruta no tienes más que acceder a este enlace de la página de Trotamontes)

No sé cómo empezar esta crónica, porque se me agolpan los titulares: "peazo ruta con Trotamontes", "de cómo subir al Urbión y no morir desternillado en el intento", "patetismo atrochador nunca antes visto"... Quizá convenga empezar por lo más importante que deparó el día: YA ME HAN NOMBRADO TROTAMONTES. Para hacerlo todavía más especial, en el mismo acto también nombraron Trotamontes a mi gran amiga Rosalía.
Para los que no saben nada de nada, entrar a formar parte de esta Secta Trotamontes no es tan fácil: debes acudir de manera constante a sus excursiones, el día y hora que ellos marcan, que siempre es el lunes, en pleno día de trabajo (por lo que, para empezar, ya te estás jugando que te despidan del mismo) en las que debes demostrar una sumisión total al líder y, si se tercia, invitarles a unos cafeses. Esta humillación es fácil de digerir comparado con otras: en todas las rutas te dan un pedazo de papel con unos colorines impresos y en las que se vislumbran unos puntitos rojos (ellos le llaman mapa), que te dicen que es el camino a seguir durante la ruta, y te sueltan en mitad del monte para que te busques la vida. Tú comienzas a girar el papelito en todas las direcciones, intentando orientarlo al norte, pero enseguida te das cuenta de que, ni en el papelito indica dónde está esa referencia geográfica, ni tú tienes ni pajolera idea de dónde está el norte real, porque nadie se ha acordado de decirte que te lleves una brújula. Así, con estos aperos, empiezas a andar hacia donde piensas que discurre la ruta pero, cuando ves unos carteles que te indican que estás entrando en la provincia de Atagualpa Yupanqui, comienzas a mosquearte: ¿pero esta excursión no era en la provincia de Soria?
Una colleja del líder te sitúa en la dirección correcta y decides dejar que guíe otro que tenga más experiencia en interpretar el maldito papelito de marras.
Así, el pasado día 20 de abril de 2.009, la expedición compuesta por los aguerridos montañeros Rosa, Rosalía, Carlos "Powell", Carlos "Líder espiritual", Zoltan, Lucas, Ángel, Ángel Músico Alpino, Javalín, Juan Carlos y el que suscribe comenzaban su dramática ascensión al Pico Urbión (2.229 m).
Como no podía ser de otra forma, el día elegido no podía ser peor: habían caído unas nevadas de órdago a la grande y el día era frío y de mucha niebla. La noche anterior (yo me fui a dormir a Vinuesa en el Hotel Virginia 97537 85 55, mientras ellos salían el lunes de madrugada para marcarse una "ruta exprés") los del pueblo me dijeron que no íbamos a poder subir a causa de la nieve. Pero es que estos sorianos no saben lo cabezones que pueden llegar a ser los Trotamontes...
Así que, madrugando el lunes, me dispuse a estar a las 8:30 de la mañana en el aparcamiento de la Laguna Negra, hora a la que llegarían de Madrid el resto de Trotamontes. En mi cabeza resonaban con miedo y temor las palabras de nuestro líder el día que le conocí: "en las salidas de los Trotamontes hay que ser escrupulosamente puntuales; ¡aquí no se espera a nadie, pedazo de novatos y pisa prados! Los que no se sepan comportar que se vayan al Carrefour..." y otras lindezas que no recuerdo bien. Pues allí estaba yo a las 8:20 en el lugar de reunión, con la certeza de que a las 8:30 en punto entraría el líder con sus secuaces repartiendo órdenes a destajo...
"Pues qué raro, ya son las 8:35 y no vienen". "Hum, son las 8:45 y no se les ve...". "Joder, son las 8:55 y éstos me la han jugado y han cambiado la fecha o el sitio". Pero enseguida aparecieron con excusas del tipo: "es que tuvimos que llevar al castor a hacerle un empaste..."; "es que el topo se nos puso con cataratas y tuvimos que operarle de urgencia..."
Aceptadas las excusas y pulpo como animal de compañía, nos preparamos para la dura ascensión.
No voy a realizar aquí la descripción pormenorizada de la ruta, que de eso se encarga nuestro Líder y Director General, Carlos, pero sí de recoger diversas anécdotas que resumen la historia de lo vivido.
Con las primeras y duras rampas -ya lo he explicado en anteriores ocasiones- ya comienzas a hacerte una idea de los personajes que te acompañan en la ruta. Los hay de tres tipos, aunque no pienso dar nombres esta vez para evitar conflictos innecesarios: el tipo A (no confundir con el tipo A-normal) se mete un sobre de polvos pica-pica por el culete y sube como si le fuera la vida en ello, saltándose los cruces indicados en el famoso mapa de tres en tres. Resultado: a los pocos minutos ya hay dos grupos distintos haciendo rutas distintas. Esta vez se dio el caso de que llegamos al mismo collado ¡¡por tres sitios distintos!! Y suerte que por lo menos nos juntamos en ese collado...
El tipo B sube pausadamente, charlando animadamente, a su ritmo y de vez en cuando se echan a la izquierda para dejar que les adelanten... ¡las tortugas y los caracoles que les ponen los intermitentes! Indefectiblemente, ante un cruce de caminos, optan por el contrario que han elegido los del Tipo A.
El tipo C no aparece en todas las rutas, pero cuando aparece luce orgulloso una barriguilla en la que están depositadas una docena de birras, varias raciones de calamares, de patatas bravas y un par de kilos de chuletones. Cuando el Tipo C llega al cruce de caminos, invariablemente elige la opción no tomada ni por el Tipo A, ni B, aunque sólo haya dos opciones...
Se me olvidaba que también hay un Tipo D (de ese sí que puedo decir el nombre, Zoltan), pero tampoco sé si es que ha venido a nuestra ruta o hace una paralela porque él siempre va un par de picos o valles por encima del nuestro.
En fin, que la disciplina nos persigue, pero nosotros somos más rápidos...
Me consta que sacar todos estos trapos sucios no me va a acarrear nada bueno, pero un auténtico reportero de guerra debe ser imparcial y veraz, por encima de todo.
Otro detalle que ilustra la auténtica realidad de nuestras rutas: subimos la primera empinada canal, llegamos a un collado en tres grupos distintos, por tres rutas distintas por supuesto, y seguimos la cuerda que nos debe llevar al Pico Urbión. En ese momento se nos echa la niebla encima y no vemos ni escupir. Yo calculo que en todo el grupo debíamos llevar como media docena de GPS en total. ¡Pues ninguno teníamos metido el waypoint del Pico Urbión! Con la brújula no conseguíamos llegar porque cualquier pequeña variación de rumbo nos alejaba del camino correcto. Pues tuvimos que llamar a Rubén a Madrid (menos mal que en un sitio concreto encontramos cobertura de móvil) para pedirle que nos buscara en Google Earth las coordenadas del Pico Urbión y poder encontrar la senda correcta. ¡Anda, que ya nos vale...!
Ahora, ya sin cachondeo, el momento culmen de la ruta fue cuando, ya muy cerca de la cumbre, en una gran cruz casi sepultada por la nieve, anunciaron el nombramiento de Rosalía como Trotamontes. Por supuesto, yo no sabía nada y me hizo mucha ilusión por lo inesperado y por la belleza del lugar. Pero recuerdo que, después de la sencilla ceremonia, hice ademán de irme a algún sitio y Carlos me sujetó y me dijo que no me fuera y también anunció mi nombramiento como Trotamontes. ¡¡Eso si que no me lo esperaba porque aún no consideraba que llevase el suficiente tiempo y me lo esperaba varios meses después!!
Fue un honor para mi y me lo pasé en grande mientras carlos me tocaba los hombros con los bastones, al mejor estilo del ordenamiento de los Caballeros Medievales, pues significa mucho para mi ser admitido en un grupo de gente tan sana y divertida y con la que tantas cosas he compartido en tan poco tiempo.
Sospecho, aunque mi ego nunca se atreverá a admitirlo, que me han nombrado Trotamontes por la brasa que les he dado y lo pesado que he sido, pero eso no se lo pienso decir a nadie.
Ahora, a conseguir que me nombren Trotamontes Honoris Causa y Subdirector General del Consejo de sabios y ancianos montañeros, ¡hala!
(En esta instantánea podemos ver a los dos nuevos y flamantes Trotamontes electos, aunque debo aclarar que hay una norma no escrita que dice que, cuando dos nuevos miembros son elegidos el mismo día, el último es el que ostenta mayor rango y en la siguiente excursión el otro debe ser su esclavo y portearle el macuto durante toda la ascensión. Así que, ya sabes, Rosalía de mi "harma"...)



Con las emociones vividas, la vuelta se me hizo corta charlando con Carlitos Powell y descubriendo que somos casi cuñados y tirándonos a saco para bajar por una ladera de nieve casi vertical. Por verguenza torera y para no desprestigiarle, no narraré cómo bajó (cómo bajaron) a Ángel "musico alpino" la pendiente. Tanto Carlos Powell, como yo, como varios de nosotros, coincidimos al no recordar haber presenciado una escena tan dantesca como aquella. Pero no seré yo quien desvele las vergüenzas de nuestro querido compañero. Que sea él si es que es hombre y tiene redaños...

Un café que se estiró Rosalía, unas risas en un bar de Vinuesa y vuelta a casa con Rosa, recordando los buenos momentos vividos y esperando con ansia la siguiente, que Carlos ha prometido que es al Pico Moncayo. La jodienda, que es otra ruta exprés... ¡Toca madrugar!
Hasta la próxima y hasta siempre, queridos compañeros Trotamontes y allegados.

sábado, 18 de abril de 2009

Marrakech: la verdad y toda la verdad...

Nuestra querida ONG, Amigos x África, que Mar y yo fundamos junto a otros amigos, ha estado esta Semana Santa inaugurando unos pozos de agua en la localidad de Ouzina, en el sur de Marruecos junto a la frontera de Argelia. Como quiera que por temas de trabajo no pude asistir, decidimos reunirnos con el grupo en Marrakech. Así que el 7 de abril de 2009 Mar y yo tomábamos un avión de EasyJet rumbo a esa mágica ciudad. Podría poner aquí un montón de datos sobre su historia, arquitectura, gentes, etc., pero eso se puede encontrar en cualquier página de Internet. Por lo tanto, creo que es mejor recoger mis impresiones personales y mi escasa experiencia en esa ciudad, a pesar de haber estado en ella en más de media docena de ocasiones.

Para ser honestos debo comenzar diciendo que yo soy un apasionado de Marruecos, pero odio sus grandes ciudades. En ellas se aglutina todo lo mejor y peor de este fascinante país. Lo peor: el caos, el ruido, un tráfico infernal, personas interesadas sólo en tu dinero, todo caro para el turista, etc. Si alguien ha conocido Marrakech hace 15 años se dará cuenta del drástico cambio que se ha producido en la ciudad. Ha perdido parte de su sabor, de su magia, para reconvertirse al turismo, en el peor sentido de la palabra. Sobre todo en lo que se refiere a su mítica plaza Jemaa el Fna. Antes era una plaza infernal de tráfico, de sanos pillastres, de cientos de bulliciosos y variados puestos, con “marcha” marroquí hasta las tantas de la mañana. Impresionaba transitar por ella a media noche. Ahora está cerrada al tráfico para no “molestar” al turista y sus puestos con monos, serpientes, pesca de la botella, dentaduras postizas, están dedicados a la caza y captura del euro o dólar de los incautos visitantes. Ellos, los marroquíes, ya apenas visitan esa plaza y el otro día un amigo me contaba el lamentable espectáculo de una plaza desierta a las 11 de la noche, ¡¡en plena semana Santa!! Con la ilusión que había depositado él en su primera visita a Marrakech…


Me había olvidado de lo mejor de la ciudad y por lo que considero que todo el mundo debe visitarla al menos una vez en su vida: el caos, el ruido, el bullicio, su impresionante y venido a menos Zoco, sus palacios, sus mezquitas, sus gentes, casi siempre mezquinas aunque muy graciosas, su cansinos regateos… Sí, lo se, es contradictorio pero las cosas malas se solapan con las buenas consiguiendo una ciudad de contrastes, contradictoria muchas veces en las sensaciones que te inspira y, por lo tanto, muy diferente a las ciudades de la Vieja Europa.

Con la autorización de mi jefe y amigo Adrián, de O2 Aventura, mi misión allí consistía en organizar un juego por la ciudad para que el grupo de expedicionarios pudiera conocerla de una manera más profunda y diferente. Para ello les proporcioné una serie de mapas de Google Earth con unos puntos (Waypoints) marcados en una serie de lugares de interés. Al llegar a cualquiera de ellos (la estrategia, es decir, el orden en que debían encontrarse, la marcaba cada grupo competidor) debían hacer una foto para demostrar que habían estado y contestar una pregunta preestablecida sobre el sitio en cuestión. También había fotos especiales y pruebas especiales que debían superarse. Cada Waypoint, cada foto y cada prueba tenían una puntuación específica y ganaba el grupo que más puntos consiguiera dentro del tiempo establecido para el juego.


Nada más llegar al aeropuerto y pasar el tedioso trámite de la aduana, con el papel blanco relleno y el pasaporte sellado, ya tienes que empezar a regatear con los taxistas. Si coges los que están a la puerta del aeropuerto, nada más salir, suelen tener una tarifa fija de 150 Dirham (15 euros). Si subes a la zona de arriba, con más taxis, ya puedes regatear otra tarifa (una amiga lo sacó por 80 Dh, ¿verdad Silence?).
Otra elección difícil es la del alojamiento: yo recomiendo encarecidamente los Ryad que están dentro del Zoco, en la parte vieja de la ciudad. ¿Y qué es un Ryad, os preguntaréis? Pues es una casa o palacete viejo rehabilitado; como una especie de turismo rural, pero a lo urbano. Por lo tanto, lo hay de muchos niveles: supercutres y baratos para mochileros y de lujo para auténticos sibaritas. Baratos y sencillos los hay muchos, pero yo os voy a recomendar uno para pasar un fin de semana inolvidable, en plan romántico de que te cagas. Se trata del Ryad Zouina, que está relativamente cerca de la plaza de Marrakech. En temporada baja cuesta unos 90 € por habitación y en temporada alta unos 120 €, pero incluye el desayuno y el transporte desde le aeropuerto. ¡No os arrepentiréis de la inversión! Lo que pasa es que cualquier hotel de 4**** ya vale más y no tienen la misma calidad que en España. Si preferís un hotel decente a unos 80 € habitación doble yo os recomiendo los que están en la zona de la Avenue du Président Kennedy, a unos 20 min. andando a la Plaza por avenidas anchas sin pérdida. Os podéis alojar sin complejos en el Hotel Golden Tulip Farah o en el Hotel kenci farah Marrakech. Un taxi desde uno de estos hoteles a la plaza no os puede costar más de 40 Dh (a los lugareños les sale por 15 Dh). Ahí veréis vuestra habilidad para regatear.
No puedo daros la lista de las cosas a visitar, porque sería interminable y los que escriben guías de viajes también tienen que comer. Pero lo que si que puedo daros es una lista de waypoints con sitios imprescindibles y chulos. Vosotros sólo tenéis que meterla en un GPS y poneros a buscarlos como locos por la ciudad. Os aseguro que vais a dar más vueltas que una peonza, pero que disfrutaréis como niños y que conoceréis la ciudad vieja a fondo. Si además sois capaces de meter esos waypoints en un mapa de Google Earth como el que veis podréis orientaros por la ciudad sin ningún problema.


Después de casi 15 años viajando por el norte de áfrica, y con unas cuantas cagaleras a mis espaldas, ya no soy de los que le gusta meterse en sitios de mala muerte a comer para sentirme integrado con la gente local. Prefiero buscar sitios de calidad con comida también fiable. Por eso tengo que recomendaros un sitio eminentemente turístico, pero que tiene mucho encanto y en el que se come bien y barato, algo ya difícil de encontrar en Marruecos. Se trata del "Restaurante Les Premices" en la parte sureste de la Plaza Jemaa el Fna. Tiene dos encantadoras terrazas que dan a la Plaza y desde las que se puede saborear el devenir de los comerciantes. Os aconsejo comer y cenar en la misma terraza para observar lo diferente que puede ser la Plaza durante el día y la noche.


Otra cosa que no me gusta nada de Marrakech es regatear. Al igual que en otras zonas de Marruecos es un arte y un placer, donde el tiempo no cuenta y con una libreta para hacer las ofertas y delante de un buen té a la menta cierras "un buen negocio" (nunca haces un buen negocio porque tú siempre pierdes, pero como decimos los que ya hemos regateado mucho: si sales a gusto con el artículo y con lo que has pagado por él no hay que darle más vueltas), en Marrakech les pierden las formas y su avaricia. Casi siempre sales cabreado de los puestos y si no les convence el precio que le ofreces a veces te insultan o te echan. Por eso no suelo ir a Marrakech como un turista: disfruto de la ciudad, de los olores y colores, de los paseos, pero prácticamente no compro nada. Eso lo dejo para otras zonas de Marruecos. Comprar allí es como comprar en los puestos de souvenirs de la Plaza Mayor: a ningún madrileño se nos ocurre. Pero si te decides a practicar el noble arte del regateo, alejáte lo más posible del centro de la Plaza. Busca en las callejuelas alejadas y conseguirás mejor trato y mejor precio.

Desde tiempos inmemoriales los zocos se articulan en torno a oficios. Así pasa en el de Marrakech, aunque cada vez más se van mezclando las tiendas. Así, hay un mercado de las aceitunas, de las babuchas, de las especies (están en una plaza que era el antiguo mercado de los esclavos y hay un café muy típico llamado "Café des èpices", donde merece la pena pararse a tomar un té o un buen zumo de naranja natural), de las gallinas (os invito a descubrirlo y a soportar su olor durante unos minutos), de los tintoreros, de los artesanos de metales, o de los artesanos de la madera de cedro, de tapices, etc.


Otra cosa muy curiosa y que me gusta mucho son las antiguas fondas de caravanas. Son casas articuladas en torno a un patio central (como una corrala), donde en tiempos se dejaban los animales de las caravanas mientras los comerciantes se alojaban en las viviendas de los pisos superiores. Ahora son centros de artesanía (al estilo de mini polígonos industriales) donde conviven los talleres y tiendas de artesanos, sobre todo del metal y la madera. Los hay muy cutres, pero también los hay muy cuidados y ornamentados. Hay algunos (cada vez se está poniendo más de moda) en los que un artesano te hace un colgante ¡¡trabajando con los pies!!. Olores aparte, es muy curioso y muy cachondo...

De siempre, aunque se van perdiendo las costumbres por el "bienestar" de los turistas, el mercado de los tintoreros y los curtidores ha sido lo más espectacular de los Zocos. Son los espacios donde se tratan, curten y tintan las pieles. Lo que ocurre es que, como el hedor de las pieles en bruto es insoportable (para nosotros, no para ellos) pues tienden a sacarlo fuera del zoco y ya no es tan accesible.
Esta vez nos encontramos a un "amable" ciudadano que nos acompañó fuera del Zoco para llevarnos a la cooperativa de los curtidores (lo hacía desinteresadamente, pero luego quería cobrar él, el que te enseña todo el proceso, el que atienda la pequeña tienda de la cooperativa, el cuñado del primo del que limpia las cubetas y el bisnieto del portero del propietario que cedió los terrenos en el siglo XVIII...). En fin, que solventado el problema doméstico de la economía nos decidimos a disfrutar de la visita (eso sí, Mar se tuvo que introducir, literalmente, dos ramas de menta en las narices para soportar el hedor).
El proceso es curioso: llegan las pieles (de cabra, vaca o camello) con carne adherida y con la cabeza (por eso huele tan mal, a podrido) y se limpian. Luego se introducen en una de las cubetas que tiene cal viva, donde estarán varias semanas. Después, pasan a otra cubeta que está llena de agua con orina y excrementos de paloma, que es como meterlas en amoníaco, donde se terminan de limpiar y ablandar (para ello los jóvenes se meten con los pies desnudos para pisarlas). Luego pasan a otra cubeta que contiene agua con harina para blanquearlas; digamos que actúa como una base para luego aplicarles el color deseado. Como no podía ser de otra forma, los distintos colores se obtiene mediante pigmentos naturales. No me acuerdo muy bien pero del corteza del árbol de mimosa se obtiene el color marrón, de la henna se obtiene el color rojizo, del cool se obtiene el color negro, etc. En total, el proceso de curtido dura más de dos meses. Esta cooperativa se encuentra en muy buen estado porque está financiada por la Unesco y en ella trabajan alternándose unas 14 familias. Por supuesto, la visita a la tienda de la cooperativa es obligada y allí, después de muchas malas caras y burlas, conseguimos un bolso bandolera de piel de camello (la mejor) por 500 Dh (50€), cuando nos empezó pidiendo 1.500 Dh...

Otras cosas que no os podéis perder de Marrakech: la mezquita de la Koutoubia (con su maravilloso minarete, que compite con la Giralda de sevilla), la mezquita de Ben Youssef, la Madraza del mismo nombre, el museo de Marrakech y la cúpula almorávide
(todo esto esta junto, al noreste de la Plaza y a menos de 20 minutos andando), las tumbas Saadianas, el Palacio de la Bahía, el Palais Badii, la Maison du Pacha, los baños públicos, las escuelas coránicas (hay varias, algunas preciosas), etc.

Bueno, como siempre me he enrollado pero sólo pretendía que todo el que vaya a Marrakech por primera vez tenga otro punto de vista distinto al de las típicas guías de viajes. Hasta la próxima chapa y el que necesite ampliar información que lo solicite mediante el oportuno comentario a la entrada.

jueves, 16 de abril de 2009

Mi 43 cumpleaños en Ordesa


(Si quieres ver la descripción completa y pormenorizada de esta ruta accede al siguiente enlace: http://www.trotamontes.org/marcocoladecaballo.htm)

Mi padre dice que nunca puedo hacer nada normal... Je, je, creo que tiene razón, aunque el concepto de lo "normal" para cada persona es un mundo.
El caso es que en la celebración de mi 43 cumpleaños (el 28 de marzo, para todos los mamones que no me felicitaron: Abe, Jesu, Juanlu, Rosita, Miki, etc.) decidí subir con mi Mari Mar a Ordesa y pasar noche en el refugio de Goriz.
El fin de semana amenazaba rayos, truenos y centellas. De hecho, íbamos a subir con Javalín, Rosalía y David Rubio y lo suspendimos por el mal tiempo anunciado. Pero, como de algo tiene que valer el ser un Aries empedernido, decidí subir a pesar de los avisos climatológicos.
Así, la expedición compuesta por Mar y "el cabezón" salió para Ordesa el viernes 27 de marzo de 2.009 para hacer noche en Torla, el pueblecito más cercano a las praderas de Ordesa.
Como no están los tiempos para excesos, pasamos la noche en un hostal un poco cutre, pero para compensar decidimos darnos un homenaje cenando en el restaurante El Duende, que se cena de órdago a la grande, pero ganándolo.
La idea era dormir la noche siguiente en el refugio de Goriz (Iban Urbieta 974341201), por lo que cargamos nuestros macutos con los pertrechos para pasar dos días fuera.
Con las prisas de los preparativos me dejé la cámara de fotos en casa por lo que nada más llegar a Torla busqué una tienda de souvenirs y compré una cámara de esas de usar y tirar. Lo malo es que las fotos que hace también son para tirar...
Pero, en fin, es lo que tiene usar la cabeza sólo para llevar cada vez más pelo.
Tempranito por la mañana desayunamos en ese pedazo de hostal que dejó mis huesos más molidos que la arenilla de tapioca.
Sobre las 9 y media de la mañana ya partíamos de las Praderas de Ordesa en dirección a Cola de Caballo. Me decidí por la margen izquierda del río Arazas y la nieve ya hacía su aparición con intermitencia.
La ruta, de unos diez kilómetros sólo de ida, asciende suave pero constantemente y nos penalizaba mucho lo cargados que llevábamos los macutos. Mar subía como una campeona, sin quejarse, a pesar de que nos desviábamos en todas las bifurcaciones para acercarnos a todos los miradores, los saltos de agua, las cuevas... Recorridos unos 3 ó 4 kilómetros la nieve abundante ya nos acompañó a lo largo de todo el trayecto.
La verdad es que, observándonos con detenimiento, parecíamos dos montañeros de épocas distintas: Mar llevaba sus botas de montaña más viejas que la orilla del río, su macuto del pleistoceno, sus palos del Decathlon (que se rompieron) y sólo se concedía el lujo de un softshell que yo le regalé hace un par de años. Por lo general se niega a cambiar su viejo material por otro moderno (más que nada porque es de la Virgen del puño prieto y más agarrada que una garrapata con sed...); yo, por el contrario, suelo llevar material de última generación y lo más pintón y de colorines posible.
Quizá una de las mejores cosas del día fue que apenas nos topamos con un par de parejas de montañeros, debido a lo desagradable del tiempo. Aunque no nos podemos quejar mucho porque, a pesar del día gris, frío y desapacible, apenas nos llovió y nevó (durante la ida, la vuelta ya fue otra historia).
El camino es una auténtica maravilla, sobre todo en invierno, cuando el agua es abundante y las cascadas fluyen generosas y salvajes; además, tuvimos la fortuna de ver una manada de Sarrios (Rebecos) ya muy cerca de Cola de Caballo.
Cuando estábamos en el Circo de Soaso, ya muy próximos a Cola de Caballo, nos encontramos tres montañeros que regresaban y me paré a hablar con ellos (¡qué raro!). Me dijeron que habían intentado subir a Goriz y que era imposible sin crampones y piolets.
¡Vaya, primer contratiempo, no porque no lo imagináramos! Yo llevaba crampones, pero Mar no. Como nada detiene mi cabezonería, y Mar no se queda atrás, decidimos tirar a pesar de los pesares: un tentempié rápido en la cascada y para arriba por el GR-11.
Pero la cosa empezó a pintar mal: comenzaba a nevar y la niebla se iba espesando que daba gusto (bueno, mejor miedo, para ser honestos).
Ascendíamos un poco desorientados pues no se veían los hitos con las marcas rojas y blancas de GR y desconocíamos el camino. Para colmo el GPS no me cogía cobertura: es como mi suegra, cuando la necesitas está desconectada o fuera de cobertura.
Los neveros y ventisqueros que se comían el camino comenzaron con una pendiente soportable, pero a medida que ascendíamos se iban volviendo más largos, más pronunciados y más resbaladizos.
Con mis botas atómicas yo iba haciendo peldañitos para que Mar pudiera pasar sin contratiempos, aunque con algo de miedo y nervios. En un momento dado me puse los crampones para ir más seguro, pero decidí quitármelos para ir en las mismas condiciones que Mar y porque se sucedían con demasiada frecuencia pasos de roca con neveros, que hacían demasiado torpe la ascensión y nos retrasaban al tener que quitar y poner esos aparatos del infierno. ¡Para colmo, los malditos me rajaron mis pantalones de cordura que tanto quiero...!
Hubo momentos de mucha tensión y ya Mar ni hablaba y, para más inri, cada vez hacía más frío y nevaba más. Eso por no olvidarnos de la niebla, que se iba espesando según ascendíamos.
El desnivel que hay que salvar desde Cola de Caballo hasta el refugio de Goriz es de 600 m, pero la distancia es muy larga debido a lo que serpentea el GR-11 por sendas muy abruptas.
La gota que colmó el vaso fue un ventisquero casi vertical que se comía el camino. La entrada estaba muy mal y el tramo a recorrer debía de ser de unos 35 metros. Además, un torrente de agua se deslizaba por debajo del mismo dando la impresión de ser bastante inseguro. Ponía la carne de gallina, pero aún no estaba decidido a rendirme. Desoyendo todas las recomendaciones del "manual del buen montañero" y sin crampones me adentré en la superficie helada y resbaladiza y, uno a uno, comencé a excavar pequeños huecos donde fueran cupiendo mis pies, para lentamente ir adentrándome en la amenazadora superficie que me advertía con despedirme montaña abajo (ya habíamos ascendido unos 400 de los 600 m).
Mar lo pasó fatal con sus botas pleistocénicas y su palo decathloniano y la tensión se mascaba en el ambiente pues el camino empeoraba con rapidez.
Otro tramo de rocas nos llevó a un nevero aún más largo y vertical, y en ese momento el sentido común se impuso: una pequeña charla sobre la nochecita que nos esperaba si no éramos capaces de llegar al refugio (sin tienda, ni termoaislantes, ni ropa adecuada) y las consecuencias que podría tener una caída en ese nevero acabaron con la valentía y la cabezonería de este aries venido a menos.
La luz había ido menguando con rapidez y un hormigueo en el estómago me avisaba de que nos estábamos pasando tres pueblos y que habíamos tentado a la suerte en demasiadas ocasiones. Un vistazo al GPS me indicó que nos faltaban casi 3 kms. para llegar al refugio y que había que superar aún un desnivel de 200 m, los peores sin duda.
Con la rabia y la impotencia contenidas, decidimos dar media vuelta y afrontar de nuevo todos los obstáculos que ya habíamos salvado, ¡pero esta vez de bajada!
Lo único bueno que, por lo menos, los escaloncitos ya estaban hechos en los neveros.
Al más puro estilo Trotamontero yo decidí bajar por la nieve helada dejándome deslizar confiando en mis botas y en los palos que llevaba. Mar optó por el camino más conservador a través de los pasos rocosos.
El descenso, aunque algo delicado en ocasiones, fue rápido y en poco tiempo estábamos en la seguridad del Circo. ¡Ahora sólo faltaba desandar los 10 kilómetros que nos separaban de las Praderas y, por tanto, del coche!
Debían ser las 4:00 del mediodía -calculo que ya llevámos más de 15 kilómetros recorridos- y comenzaba a llover como si le debiéramos dinero al Dios del agua y la lluvia.
Como lo todo lo recojo en mi GPS me acordaba que había un pequeño refugio de madera a unos 3 kilómetros del Circo, por lo que decidimos ir allí a descansar y a comer algo (del canguelo y los nervios todavía no habíamos comido).
Mientras reponíamos fuerzas bajo el techo del angosto refugio, helados y doloridos, la lluvia caía con más fuerza y amenazaba con amargarnos el trayecto de vuelta.
En un principio habíamos decido volver por la Senda de los Cazadores, pero el imprevisto cambio de planes y de climatología nos aconsejó volver por el camino más rápido y seguro.
No me voy a detener en el tedioso e inacabable camino de vuelta: baste decir que recorrimos los 10 kilómetros en menos de dos horas, de las ganas que teníamos de llegar al coche.
Una vez en él, aseados y cambiados, acordamos volvernos para Madrid. ¡Allí ya no se nos había perdido nada! Decidimos cambiar la noche romántica en Goriz por un cine y unas palomitas al día siguiente (aún no sabía que mi jefe me iba a llamar y me iba a enviar a Vitoria a la mañana siguiente, pero esa ya es otra historia...).
En cuantito hubo cobertura en la carretera de montaña que baja de las Praderas a Torla paré para llamar a Iban al refugio y decirle que no habíamos conseguido subir. Me lo agradeció enormemente (a veces los montañeros somos muy insolidarios y no tenemos esos pequeños detalles) porque estaban un poco preocupados y me preguntó si había visto subiendo a alguien más. ¿Subiendo?, le dije, pero si lo ha intentado un rebeco y ahora está en una residencia de ancianos con el pelo totalmente blanco y con 20 años más encima...
Esto es to, esto es to, esto es todo Amigos. ¡Hasta la siguiente chapa que pienso meteros en breve y que será una pequeña aventura por el Zoco de Marrakech!

domingo, 12 de abril de 2009

¡Por favor, aportad información al respecto...!


Ha llegado a mis manos esta noticia (su procedencia me parece poco sospechosa porque es de una persona que antes confiaba mucho en Esperanza Aguirre), de la que tengo que hacerme eco como amante de la montaña. Si esto es cierto, no queda más remedio que movilizarnos a todos los niveles. Es hora de que paremos los pies a todos los políticos (politicuchos sin escrúpulos) que gobiernan nuestro país, nuestras Comunidades Autónomas, nuestras ciudades, nuestro pueblos... Todos se han olvidado de que son servidores públicos y sólo se sirven a sí mismos.
Es una auténtica verguenza los tiempos que vivimos de corrupción y dispendios, mientras una gran parte de nuestros paisanos no llegan a fin de mes y están viviendo auténticos dramas.
Pues yo digo ¡Basta! Voté en las últimas elecciones a Esperanza Aguirre pensando que era una persona de principios y voy descubriendo una politicucha más del montón, de las de los amiguetes y los trapicheos, que tanto daño están haciendo a este país y a nuestra forma de entender la vida: la de la comodidad, de conseguir las cosas sin esfuerzo, el pelotazo y el trapicheo.
¡Digo BASTA. Lo diré con mi voto y saldré a la calle con cuantos queráis para parar esta acción, si es que es verdad! ¡Lo malo es que es muy fácil difamar porque nos podemos creer todo lo malo de nuestros políticos! Qué lástima.

martes, 7 de abril de 2009

500 Kms. en la caja de una Pick-up



Durante nuestro viaje de ayuda humanitaria a Mauritania, el último verano, tomamos la decisión de volcar nuestros esfuerzos en el Orfanato que la ONG mauritana NAD intentaba sacar adelante en Nouadhibou.

A las 6:00 de la mañana del miércoles 5 de marzo aún no había amanecido en Nouadhibou. Los tres compañeros esperábamos, sentados en la escalinata del desierto hotel Aljazira la llegada del mauritano que, generosamente, se había brindado a trasladarnos a Nouakchott en su automóvil.
La noche anterior había sido larga: nuestros anfitriones quisieron rendirnos un pequeño homenaje de despedida y habían preparado una fiesta en nuestro honor. Al ágape asistieron diferentes personalidades de la ciudad que nos fueron presentadas, una a una, ante nuestra mirada cohibida. Recuerdo, entre otras personas, al inspector de policía, el diputado de la ciudad, el director de la escuela pública, el padre Jerome, la misionera Mme. Wong y el presidente de la ONG “SOS Pairs Educateurs”.
Nos prepararon una suculenta cena que, aunque modesta, su presentación y buen hacer la convertía en un banquete de dioses; nos deleitaron con una obra de teatro en la que, para nuestra sorpresa, introdujeron a Amigos x Africa entre sus protagonistas. La velada fue deliciosa, imborrable, y ni por un momento el pensamiento de lo que nos esperaba al día siguiente enturbió la reunión.
La realidad es que nos habíamos quedado atrapados en Nouadhibou. El aeropuerto lo cerraron a cal y canto el mismo día que aterrizamos,”por obras”, nos dijeron despreocupadamente. ¡África es así!... Los billetes reservados para la vuelta no tenían validez alguna. El delegado de la compañía aérea con la que viajamos nos lo confirmó: o salíamos de Mauritania por carretera, en un coche alquilado hasta la costa marroquí y desde allí embarcar con dirección a Canarias o viajar por carretera a Nouakchott (500Kms) y allí intentar coger un vuelo a Canarias. La primera idea fue desechada casi al momento, pese a que Jordi la acarició durante breves instantes. Un grupo de Guardias Civiles destinados en esta ciudad, que coincidieron con nosotros comiendo en “El Hogar Canario”, nos advirtieron: las carreteras no son muy fiables y menos para tres europeos. Además, había que añadir la fiabilidad, más bien nula, del automóvil que alquiláramos.
En esta tesitura, nos encontramos discutiendo con el agente de nuestra compañía aérea y con el Cónsul español en la pequeña oficina de aquélla, cuando apareció un mauritano, Mafood, con su cliente español. El miércoles también ellos viajarían a Nouakchott para coger el avión rumbo a Canarias. Es cierto que tenían poco espacio, pues serían cuatro dentro del vehículo, “pero se hace hueco”, dijo Mafood. Entre sonrisas, agradecimientos y apretones de manos nos despedimos hasta el miércoles a las 6:00, hora en la que nos recogería nuestro buen samaritano en la puerta del hotel e iniciaríamos el viaje de regreso a casa.
A partir de entonces procuramos olvidarnos de nuestra verdadera situación. Tan sólo disponíamos de tres días para cumplir con nuestro objetivo, esto es, observar, estudiar, recoger e informar sobre el orfanato “ONG Nourricerie Aichetu Diallo” y sus objetivos: recuperación de los recién nacidos y abandonados, reinserción de los niños de la calle y lucha contra la pobreza y analfabetismo. Si este viaje diera los resultados deseados en cuanto a la calidad y honestidad del trabajo que se está haciendo por parte de la gente que lo dirige (ONG NAD), éste podría convertirse en el proyecto y objetivo principal de Amigos x Africa a corto y medio plazo.
Fueron tres días inolvidables y agotadores, los miembros de NAD se derramaron con nosotros; hasta alquilaron un viejo Mercedes desvencijado con el que organizaron las distintas visitas que hicimos en su campo de acción y colaboradores. En cada trayecto el viejo hierro, o bien perdía el tapacubos o el tubo de escape, o bien pinchaba o se atascaban las puertas. Quizá por todo esto los momentos fueron entrañables e intensos… Poco a poco íbamos introduciéndonos en el devenir cotidiano de nuestro orfanato: visita a los terrenos del nuevo en fase de construcción, a las distintas escuelas donde estudian nuestros niños y contacto con los distintos colaboradores (ONG, misiones…). Los tres compañeros éramos esponjas: captábamos toda la información posible y la poníamos en común en el escaso tiempo libre que nos quedaba. No hacíamos mención al regreso, todo estaba organizado, hablado y sellado, ¿no?
Y efectivamente, a las 6:05 del miércoles apareció la pick-up de Mafood. Cuatro de las cinco plazas interiores estaban ocupadas y el equipaje de sus ocupantes disperso por la caja abierta del vehículo. Estaba claro, el destino de nosotros tres era la caja, junto al equipaje de ellos y el nuestro (unos diez bultos en total). Creo que el alivio que sentimos al ver que se hacía realidad la salida de Nouadhibou y la cercanía de nuestro hogar nubló nuestro entendimiento, pues lo cierto es que uno de nosotros podía viajar cómodamente en el interior, e incluso podíamos turnarnos, pero el quijote que llevamos dentro impidió que uno de los tres fuera el primero en gozar de esas mieles. Nos era impensable, a cada uno, viajar cómodamente mientras los otros dos compañeros sufrían las inclemencias del viaje. Nuestras bocas se cerraron y nuestro ánimo, dibujado en el rostro, no admitía duda: “Todos a una, como Fuenteovejuna”.
Y así, de esta manera, los tres compañeros sufrimos por igual, lo que otro temperamento o carácter hubiera resuelto de manera más benévola para nuestro sufrido cuerpo.
El aire frío de la madrugada hizo que nos apretujáramos unos contra otros y los tres contra el equipaje. Los tres compañeros íbamos con apenas una chaquetilla. La velocidad de la pick-up y la intemperie nos hacía tener la sensación de estar a bajo cero. Apenas nos podíamos cubrir con los velos que nos regalaron en la fiesta que, por otra parte, no conseguíamos domar a nuestro antojo por culpa del violento aire.
Del primer tercio del viaje recuerdo la oscuridad del paisaje y el frío inmisericorde que nada podía remediar. Poco a poco amanecía; las aceleraciones y la cuestionable amortiguación de la Dongfeng High-Max (pick-up china desconocida en España), machacaba lo justo la espalda y hacía puré las vísceras. No obstante, en el primer descanso del conductor y ante la atenta preocupación de los cuatro ocupantes del interior del vehículo, tuvimos la desvergonzada hipocresía de comentar, sin que se nos notara la tiritera: “está siendo un viaje muy interesante y entretenido”. Sin duda fuimos convincentes, sobre todo por la sonrisa de nuestras caras (éstas eran reales), y es que las llevábamos puestas desde el inicio del viaje congeladas en el rostro.
A medida que nos comíamos los kilómetros la temperatura empezó a subir. Los velos ahora nos protegían la cabeza del implacable sol. El poco espacio no nos permitía estirar las piernas. De vez en cuando teníamos que ponerlas en movimiento para comprobar que aún eran parte de nuestro cuerpo. Lo peor lo llevaba Jordi, pues su longitud de pierna hacía que llevara las rodillas casi pegadas a la barbilla. Las ranuras antideslizantes de la caja empezaron a incrustarse en nuestros glúteos y rabadillas, consecuencia de lo cual el movimiento de los tres compañeros era un cambio de posición continuo; eso sí, tenía que estar perfectamente sincronizado so pena de desbaratar posiciones y retorcer algún miembro.
“Ya quedan pocos kilómetros”, nos animábamos unos a otros, mientras las gafas de Jordi salían volando hasta el asfalto, quedando allí como tributo. Cuando llegamos a las calles de Nouakchott los relojes de temperatura marcaban 50ºC.
¡Lo habíamos conseguido! Nos dirigimos al aeropuerto intentando enderezar nuestros maltrechos esqueletos, pero aún nos quedaban 16 horas hasta llegar a nuestro destino (Jordi un poco más; es lo que tiene vivir en Barcelona y ser un entusiasta del continente africano). En la aduana sólo les faltó comprobar la marca de nuestra ropa interior. Lo que no pudieron detectar fue la preciosa información que nos traíamos y que servirá para iniciar uno de los más ambiciosos proyectos que Amigos x Africa acometerá de inmediato: la construcción de un orfanato para los niños más desfavorecidos de Nouadhibou; niños y niñas cuyas caras traíamos retratadas en nuestra piel.
MAR